Una desagradable sorpresa han sido las primeras novedades sobre los próximos comicios. Aparecen inscritos una miríada de membretes políticos sin ninguna trayectoria. Proliferan los aspirantes a presidente, quienes escogen entre los membretes con cual candidatizarse, con el mismo desparpajo de quien alquila un carro para irse de excursión. Sindicados por corrupción se apresuran a candidatizarse para ganar inmunidad. Mal comienzo. Es el resultado no intencional de normas electorales introducidas con las mejores intenciones. Pero nuestra falta de cultura cívica las distorsiona. Pasemos revista a algunas.
Para evitar que los grandes grupos económicos elijan autoridades en base a un enorme despliegue de publicidad, se restringe el gasto electoral, y se asignan fondos públicos a todos los candidatos. Para evitar que medios influyentes pongan mandatarios vía un franco y abierto apoyo, se ordena que den igual cobertura a todos los candidatos y se abstengan de pronunciarse a favor de ninguno.
Para alguien en búsqueda de notoriedad, es ideal candidatizarse para presidente: el gobierno le financia la campaña, y los medios tienen que dar cobertura a sus peroratas. Espectacular y además gratuita experiencia para mejorar el currículum.
Al electorado se lo confunde pues los medios cubren a una docena o más de presidenciables, y entre tanto dato intrascendente se pierde el debate entre los opcionados.
La prohibición a la prensa de opinar es un despropósito. La tradición es que la ciudadanía se informe con los medios que le son afines. En Francia Le Figaro apoya a los republicanos, Le Monde a los socialistas. En los EE.UU., The New York Times abiertamente apoya a Biden y Fox News a Trump. En Colombia, El Tiempo es un diario liberal.
Cabe sugerir nuevas normas para intentar enrumbar mejor el proceso electoral, aún a riesgo que la incultura cívica las distorsione.
Hay que reformar las primarias. Hoy solo existen de nombre. ¿Se conoce acaso de algún partido en que haya habido una campaña pública transparente para escoger candidatos? Sólo recuerdo la ID en 1988, entre Rodrigo Borja y Raúl Baca. Nuestro sistema de partidos ha involucionado.
Cabe designar un día en que todos los partidos deban celebrar primarias, con padrón electoral, aunque haya un solo candidato para cada cargo, y que los ciudadanos tengan el derecho (no la obligación) de votar en cualquier partido, se esté o no afiliado. Los ungidos saldrán por voto popular. Pero más importante, que se acepte la inscripción de candidatos a la presidencia únicamente de las agrupaciones políticas que a nivel nacional hayan logrado al menos 5% de los votos válidos. Esto eliminaría a los espontáneos.
Ojalá se adopte un sistema como este para las elecciones de 2025.