La política del egoísmo
Trágico escuchar o leer a las elites de cualquier tipo (políticas, económicas, intelectuales) hablar sobre lo que pasa en América Latina desde hace dos décadas como un enfrentamiento entre socialistas y liberales de mercado (o peor: como civilizados versus ignorantes). Parece que tienen vendas en los ojos o definitivamente no recorren más que sus barrios bien organizados, limpios, con veredas y árboles en las zonas rosa o como quieran llamarlas, de las capitales latinoamericanas. Y eso se repite desde México D.F. hasta Buenos Aires y Santiago. ¿Por qué ciudadanos tiran por la borda años de éxito económico con “el modelo” en Chile o en Perú? ¿Por qué venezolanos hundieron su destino con Chávez con toda esa riqueza petrolera debajo de sus pies? Para el ciudadano de a pie, no es difícil la respuesta. Han sido décadas de abandono, donde la clase media venezolana (que en los 90s representaba apenas el 20% de la población) podía darse el lujo de hacer compras en Miami una vez por mes, mientras en kilómetros y kilómetros de villas miseria no había servicios de salud, ni trabajo seguro, ni educación decente. Todos veían para el otro lado.
Algo similar pasa con Perú. Lima es casi un paraíso gastronómico, cultural y artístico mientras en las villas miseria que la rodean, no hay agua o alcantarillado y sus habitantes tienen que viajar maltratados para servir a las casas de familias acomodadas. Quien ha viajado por tierra hacia Puno, Ayacucho, Loreto, Madre de Dios puede fácilmente ver la extrema pobreza, la falta de atención en salud, la pobre educación en uno de los países de más rápido y sostenido crecimiento en América Latina. Chile sufre de problemas similares, aún teniendo un estado más institucionalizado y eficiente. Lo que une a Chile y Perú son sus élites, incapaces de hablar sin tono de sorna con otros seres humanos que no coinciden en defender el exitoso “modelo”.
Desde mi tesis doctoral hasta mi más reciente investigación en México, Perú y Chile, el común denominador era siempre el tipo de capitalismo que había dejado de funcionar. América Latina presionó demasiado, por demasiado tiempo por construir un capitalismo liberal cuando su modelo político jerárquico se lo impedía. No es que no hay salidas, pero todas las salidas pasan por el centro del tablero político y económico, por dejar del lado el egoísmo. Y es precisamente eso lo que las elites de todo tipo no quieren negociar. La salida es simple: crecer redistribuyendo, vía políticas sociales universales, efectivas que se concentren en mover definitivamente a los más pobres hacia la clase media y no a la clase media hacia más arriba. Ya lo dijo el politólogo Juan Pablo Luna, la mayoría de la población no quiere comunismo o socialismo, quiere soluciones a sus problemas más urgentes. Como vimos en Perú y veremos en Chile, la claudicación de una reforma posible está forzando soluciones más extremas, que sólo traerán más pobreza. Si acaso, la pandemia volvió más urgente una reforma profunda.