En 1998, cuando el Ecuador y el Perú suscribieron los acuerdos de paz, quedó resuelto el problema más grave y complejo de la historia de nuestro país, en torno al cual se había definido su política externa. Correspondía, entonces, dar un nuevo objetivo a la diplomacia para convertirla en un agente para el desarrollo nacional.
Dos ámbitos de acción fueron privilegiados: la integración como método y la apertura hacia nuevos mercados. El comercio con los países vecinos creció exponencialmente, el Congreso aprobó convenios sobre protección de inversiones, la Comunidad Andina resolvió que sus relaciones con Europa se fundaran sobre cuatro pilares: el diálogo político, el acceso preferencial al mercado europeo, la cooperación y la inversión para el desarrollo y la lucha contra el narcotráfico, se reorganizó el Comité Ejecutivo de la Cuenca del Pacífico y se crearon oficinas comerciales en algunas embajadas. Estos esfuerzos marcaron un rumbo pero estuvieron limitados por la escasez de fondos disponibles.
El gobierno de Correa proclamó su oposición a los tratados de libre comercio. De hecho, se congelaron las negociaciones con los más importantes socios comerciales del Ecuador: la Unión Europea y los Estados Unidos. En noviembre del 2011, el ministro Patiño viajó a Kuwait y dijo que ese país invertiría 10 000 millones de dólares en el Ecuador. Nada más se ha sabido al respecto. En mayo 2012, el Gobierno informó que se habían logrado adelantos en las conversaciones con Europa, mientras el Vicecanciller dijo que los acuerdos comerciales eran una forma del “neocolonialismo europeo”.
En su reciente visita a Alemania, Correa se refirió a un posible entendimiento con Europa. La empresa privada ecuatoriana reaccionó con excesivo entusiasmo. Sin embargo, parecería necesario que el Ecuador acepte el marco referencial de los acuerdos suscritos con Perú y Colombia. Los negociadores europeos comprenden que ciertas normas de la Constitución Política del Ecuador establecen límites que Europa no puede ni modificar ni aceptar.
Correa ha despojado a la Cancillería de su competencia en materia comercial. Habría sido más lógico que la falta de resultados en este campo dé lugar a un cambio de Ministro y no a la creación de un nuevo Ministerio. Las negociaciones comerciales son parte de la política externa y requieren un manejo diplomático profesional fortalecido con los aportes técnicos de la cooperación con el sector privado.
El todo caso, la nueva Cartera ministerial estará dirigida por quien fue Viceministro de Relaciones Exteriores, encargado de temas económicos. Es un funcionario competente, experimentado y serio cuyo éxito dependerá del respaldo que reciban sus criterios y de la firmeza con que sepa defenderlos aquí y afuera.