Entre las interrogantes que se plantearon en los primeros días de octubre de 2019, las principales estuvieron plagadas de percepciones o vaticinios apocalípticos: ¿Se trató de golpe de estado para derribar a un gobierno débil e indeciso? ¿ Fue el primer paso de una revolución que liquidaría los restos del orden institucional sobreviviente e inaugure los primeros pasos de uno nuevo? Pero los tiempos cambiaron. El pavor colectivo de una insurrección vandálica cedieron el paso a la ira y la demanda urgente por la reparación de lo sucedido. Intervino, en pleno ejercicio de su misión observadora, sustentada en el Pacto de San José, la Comisión Interamericana de Derechos Humanos , con un lamentable sesgo en su apreciación final sobre sucesos tan recientes y tan “calientes”. Un personaje y una institución quedó al margen de las evaluaciones nacionales y externas: el policía y su institución la Policía Nacional.
Por tanto, los violentos sucesos de octubre son la oportunidad para realizar una evaluación del antes, durante y después de los hechos.
Por esta senda, una compleja interpretación es indispensable. ¿Qué es el policía en nuestra sociedad? ¿Es valorada su misión diaria de seguridad y protección? ¿La jerarquía institucional empieza por el ejemplo de tratar a la tropa institucional con consideración, o se suma a las costumbres de estimarlos como el estrato público de más bajo nivel? Por supuesto, muy distinto a los que sucede con otros servidores de la comunidad como son el bombero o el soldado.
Para los sociólogos o antropólogos sigue pendiente determinar hasta qué punto persisten las diferencias propias de las clases altas de la colonia y como fueron aceptados los preceptos de libertad e igualdad cuando eran visibles las diferencias de los estratos del rey o la corte ; los intermedios que hoy llamaran desde profesionales hasta empleados y los “siervos de la gleba” donde se ubican los que sirven .
La experiencia y las lecciones cotidianas señalan que cuando la patria sufre un percance o un peligro mayor se mira con angustia al soldado y se confían en su heroísmo; de la misma manera al bombero cuando el incendio o el desastre natural requiere de su abnegación y disciplina. La pregunta continua pendiente sobre la percepción del servicio del policía cuando paradójicamente es el primer auxilio y depende del Ministerio de Gobierno (político) de turno. Seremos tan subdesarrollados culturalmente que no superamos la edad de la colonia y seguimos considerado al guardián del orden y seguridad diaria con un trato muchas veces despectivo. Tardará un tiempo que se borre de la memoria colectiva la escasa consideración de la CIDH que solo habló de la exagerada actuación policial y se olvidó de que uno de los “represores policiales” recibió el impacto de una bomba molotov en su pecho.
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