Con el aparecimiento de la pandemia y sus graves consecuencias en la vida humana, los análisis realizados por organismos que estudian al desarrollo de América Latina han reconocido el agotamiento de las estrategias aplicadas en el continente para ese fin. El bajo crecimiento de las economías, la ausencia de políticas de industrialización y la poca apertura a la globalización y competencia internacional explicarían su fracaso. En lo esencial, de acuerdo con la mayoría de las teorías expandidas en América Latina, el desarrollo ha sido concebido como un sinónimo de crecimiento económico de los países, o, por lo menos, que éste es una condición indispensable para el logro de aquel.
La pandemia puso en evidencia los problemas fundamentales y reforzó la corriente cuestionadora de los resultados del crecimiento económico, que no han sido favorables para los sectores de más bajos ingresos: se han profundizado las desigualdades, ha crecido la población sumida en la pobreza y los sistemas sanitarios no han dado atención adecuada a las víctimas del covid- 19.
Ante el fracaso de las estrategias apologistas del crecimiento basado en procesos sin orientación a atender los problemas reales de la sociedad, es importante redefinir las prioridades en el esfuerzo por recuperar la economía y responder a la nueva realidad social. En nuestros países, con débiles estructuras del aparato productivo y con bajas inversiones de recursos internos, dada la preferencia por los réditos especulativos, el crecimiento económico es necesario a condición de incorporar en los procesos productivos criterios de asignación de los recursos hacia prioridades nacionales.
Para generar mayor productividad y una distribución equitativa de los resultados del aumento de la riqueza, es importante planificar el crecimiento dirigiéndolo hacia objetivos que signifiquen un mejor nivel de vida de la población. El crecimiento, entonces, debe ser un medio para el bienestar social y no un solo objetivo medido por el aumento del Producto Interno Bruto.
La planificación, que no ha superado en América Latina su carácter referencial u orientador, debe ser entendida como un proceso de identificación de las necesidades a ser atendidas y de decisiones políticas para incorporar a una cada vez mayor proporción de la población al beneficio de los resultados del crecimiento. Por tanto, no se trata de la simple elaboración de un plan como un instrumento técnico, sino de la expresión de la voluntad política del Gobierno por beneficiar a los estratos poblacionales que lo requieren
Se convierte entonces la planificación en un elemento crucial para reforzar la capacidad de los gobiernos para poner en práctica sus idearios, para evitar la dispersión de esfuerzos y la demagogia. Un gobierno debe tener sindéresis en la acción pública, es decir mantener una concepción integral y claradel panorama económico y social que debe modificar, en cumplimiento de sus obligaciones.