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La masacre de 1810 y la feroz persecución a los rebeldes del Estado de Quito acabaron con la élite política quiteña. Por eso, los principales próceres de nuestra Independencia y la Gran Colombia fueron generales venezolanos y hubo que entenderse con ellos. En eso destacaron la quiteña Manuela Sáenz y la guayaquileña Rosa Campuzano, quien llegó a ser la amante de San Martín, el Libertador del Sur que desplazó de su corazón, digamos, a un español acaudalado y a altos oficiales de la Corona que se habían rendido a sus encantos y de quienes obtuvo información para la causa independentista.
Patriota a carta cabal, Manuela desembarcó en Lima con su marido de conveniencia, el doctor Thorne, y rápidamente se volvió compañera de conspiraciones de Rosita. Eran las reinas de los salones limeños y su desenfado concitaba el rechazo de la aristocracia virreinal. El asunto empeoró en Quito, cuando Manuela inició su tormentosa relación con Bolívar. Desde entonces su figura ha sido distorsionada y manipulada con variados fines, de suerte que todavía no sabemos quién fue realmente, ni cómo se veía pues ninguno de los retratos que andan por ahí es fidedigno.
Boussingnault, otro discípulo de Humboldt que la conoció en Bogotá en 1828, aumentó en sus ‘Memorias’ la leyenda de una Manuela bella, licenciosa, lesbiana incluso, desafiante, vestida de coronel, que habría sido “un amigo seguro pero una amante infiel”. ¿Y? Las épocas revolucionarias generan pioneros que transgreden las normas, como corresponde: insumisa, audaz, apasionada, ni el mismísimo Bolívar pudo meterla en cintura. Su lealtad jamás estuvo en duda pero ¿por qué debía serle fiel a un infiel contumaz?
Siglo y medio después, un novelista venezolano de segunda, Denzil Romero, publicó ‘La esposa del doctor Thorne’, donde la pinta torpemente como una ninfómana. La humillación siguiente correrá a cargo de dos políticos depredadores, Chávez y Correa, quienes trasladarán un poco de tierra de Paita para dizque juntar a Manuela con Bolívar en Caracas. Cruel cursilería aplaudida por la izquierda criolla.
Ahora Netflix tiene en el aire ‘Bolívar’, donde una actriz guayaquileña encarna a Manuela con gracia y convicción, pero la serie está plagada de clichés, Thorne y Córdova se vuelven caricaturas del tonto y el envidioso y Bolívar es un galán de telenovela que habla para la eternidad hasta cuando copula.
¡Ah, la palabra sagrada del Libertador! Aportando a la historia de la sexualidad, fue él, en carta enviada a Flores en 1829, quien dio vuelo a las sospechas sobre la orientación sexual de otro padre de la patria, Vicente Rocafuerte, que luego de una áspera entrevista con Bolívar en Bogotá lo clasificó como un dictador mientras éste lo acusaba de peligroso antimilitarista y de ‘mato’ porque no se le conocían mujeres. (Continuará).