Columnista invitado
El anuncio municipal de que la medida de restricción de la circulación vehicular conocida como “pico y placa” se aplicará todo el día a partir de septiembre, es una acción positiva.
Cuando en el año 2009, hace ya diez años, se realizaron los estudios conducentes a determinar la restricción de la circulación que ya era inevitable dada la situación de la movilidad en Quito, la conclusión técnica fue que la restricción debía ser por todo el día y por placas pares e impares, alternativamente. Una restricción drástica.
El “pico y plata” retiraba aproximadamente cerca de 80.000 vehículos diarios de la circulación en las horas pico. Si entonces en Quito circulaban alrededor de 350.000 vehículos y el incremento anual era de magnitud, como es, a los dos años y medio estuvo neutralizada la medida. Eso se evidenciaba en el informe entregado al Alcalde electo en el 2009, que al decidir la restricción por pocas horas, difirió una medida más drástica, inevitable, porque sin ella, Quito no tiene solución a la cada vez más deteriorada situación de su movilidad.
Ni los corredores exclusivos ni el Metro solucionan por si solos el problema. Disponer de un servicio de transporte público eficiente es indispensable, por supuesto. Pero una ciudad con más de dos millones de habitantes, que tiene ya más de 500.000 vehículos matriculados y muchos más circulando diariamente, con un incremento de 40.000 cada año y con una ocupación de 1.2 pasajeros por vehículo, es inviable.
La restricción drástica de circulación obliga a cambiar los hábitos, a hacerse más solidarios, a compartir el vehículo, a no salir cada uno en el suyo cuando pueden hacerlo dos o más personas. Obliga a ser más racionales, a no dar tres vueltas a la manzana para estacionar el auto en la puerta de la oficina a la que va el conductor, a no movilizarse en automóvil para tres o cuatro cuadras. Nada de esto se hace, agravando la situación.
Toda medida restrictiva causa molestia, más en una sociedad cada vez menos solidaria. El índice de ocupación de 1.2 personas por vehículo evidencia ese individualismo.
La reacción será peor mientras más se tarde en ejecutar algo que se vuelve inevitable. Y no se puede esperar a que haya servicio público eficiente para hacerlo, so pena de caer en la disyuntiva que no determina que es primero, el huevo o la gallina.
Hay que forzar la mejoría del servicio público. Pero si se espera a que se produzca primero, el problema estallará y ahí ya no hay solución razonable posible.
La sociedad que no reacciona y actúa no soluciona sus problemas. Hay que actuar en consonancia con las necesidades y limitaciones personales que requiere la ciudad. Todos: individuos, empresarios, taxistas, todos. Disponer la restricción de circulación todo el día es un buen paso, y debe mantenerse aunque se cumpliera el plan de repavimentación, pero sigue siendo insuficiente y será inevitable que a mediano plazo vayamos a una restricción mayor.