En los días que vivimos, desde espacios del poder, hay un desbordado cuestionamiento a la universidad pública y un desconocimiento de lo que es la carga horaria de un maestro. Mi formación fue de planteles fiscales, el bachillerato en el Colegio Nacional Vicente Rocafuerte y luego, en la Universidad de Guayaquil –egresé el año 1966 y me gradué de abogado el año 1969-.
Además, desde enero de 1961, entré al magisterio público, en el que me jubilé el 2006.Con los años hubo múltiples problemas en la educación pública, pero superables con respeto, en todos los niveles. Se evidenció en el espacio en que por voto democrático de la comunidad universitaria, maestros, estudiantes, empleados y obreros, – 1994 y 1999- en verdadero cogobierno, en su estructura y gestión, fui Rector de la Universidad de Guayaquil, hasta julio del 2004, casi una década, ejemplo de manejo administrativo, financiero –con provisiones y cero déficit- y académico.
El correato, 2007 – 2017, tuvo los efectos de pandemia para la educación pública, en lo ético, en lo académico, en lo constructivo y en lo financiero. Los Ph.D que no se publicitaron y se han evidenciado son los de la corrupción.
Se crearon supuestos espacios gremiales, para desconocer a aquellos en que sus dirigentes salían de sus colectivos, se coparon direcciones y rectorados –para los cuales, privilegiaron el servilismo como condición- y en el caso de las universidades públicas históricas las relegaron, les asfixiaron en sus ingresos, trabaron el acceso a la educación superior pública, parte por introducir pruebas de admisión sólo exigibles para planteles públicos, que no respondían a la formación de la educación media recibida por los aspirantes, esto, en parte, motivado por corrupción para favorecer a planteles privados de educación superior, y crearon las llamadas universidades emblemáticas, con elevados presupuestos, para los suyos. La Universidad de Guayaquil quizás fue la más saqueada, con su intervención, se montó un sistema delicuencial, asfixiando a los estamentos universitarios, sin que hasta ahora se recupere el cogobierno en democracia, condición esencial para su futuro.
Se señala que hay latisueldos en la universidad pública ecuatoriana. También que no hay calidad en el gasto y que se subutilizaron los recursos el 2018 y el 2019. Que todo se evidencie, universidad por universidad. Dos rectores ya puntualizaron que las partidas presupuestarias sólo estaban en el papel, porque desde la cuenta única del Tesoro Nacional no les autorizaron las transferencias que requerían.
Y, en cuanto a las cargas horarias docentes, sólo toman las presenciales, como las de una carrera de taxis, y no las de preparación e investigación docente y las de evaluación a los estudiantes.