El pasado 28 de julio no solo se conmemoró un aniversario más de la independencia del Perú, sino que también se produjo un hecho que no porque se esté haciendo costumbre –y buena costumbre-, se debe dejar de comentar: la posesión de un nuevo Presidente democráticamente elegido. Se trata de Pedro Pablo Kuczynski (PPK) quien, tras una reñida pero transparente elección derrotó a Keiko Fujimori.
Hace solo algo más de treinta años el Perú atravesaba una situación que bien podría calificarse de estado fallido: el terrorismo senderista asolaba al país entero incluyendo Lima, la institucionalidad se había quebrado, no había ejercicio de soberanía sobre amplios territorios, campeaba una crisis económica incontrolable, hacía su agosto la corrupción en todos los niveles y prevalecía la violencia política de forma imparable.
Con la llegada al poder de Fujimori, en 1990, las cosas empezaron a cambiar. Aniquiló por la fuerza a los movimientos terroristas, impuso con mano de hierro -con golpe de Estado de por medio- duros ajustes económicos, represión social y política. El Perú comenzó a resurgir. No obstante, en ese camino, Fujimori cometió atrocidades en derechos humanos, asesinatos, tortura, corrupción, y por ello aun purga su condena en una cárcel.
Pero en el periodo que va desde el fin del fujimorato en 2000 hasta hoy, tras el gobierno transitorio de Paniagua, el Perú ha ido cimentando su democracia y su institucionalidad. Ha tenido tres presidentes elegidos por las urnas desde 2001 (Toledo, García y Humala). Su economía ha crecido, pero con resultados no necesariamente igualitarios. La riqueza creada no ha sido distribuida equitativamente. La inmensa mayoría de peruanos es pobre y una pequeña minoría muy acaudalada.
Al posesionarse, PPK hizo pronunciamientos más políticos que económicos. Llamó a la unidad y a la colaboración de los opositores, que son mayoría en el Congreso, ya que sin ellos no podrá gobernar. Advirtió que sus principales preocupaciones serán la corrupción, la inseguridad y las desigualdades sociales. No dijo nada que podría sorprender en materia de política económica pues seguirá la misma que ha venido implementándose desde hace 15 años, algo inusual en la región.
¿Será capaz el ex banquero de Wall Street, supongo que bien intencionado, sin mayor carisma ni muñeca política hacer un gobierno que favorezca al Perú y en particular a las clases más desposeídas? Ya los analistas e historiadores peruanos hablan de una Nueva República ¿será para tanto? No le encuentro mayor sentido: no es más que la transición democrática de un presidente a otro.
Espero que PPK pueda hacer un buen gobierno, por el beneficio de su país y del nuestro. Un Perú próspero y democrático no puede ser sino conveniente para el Ecuador.