Fracasa la Cumbre del clima de ONU. No hay acuerdos sustantivos ya que los gobiernos, de los países más grandes y contaminantes (EE.UU. , Rusia, China, India, Brasil) y otros chicos, sujetos a economías extractivistas, no quieren comprometerse con acciones concretas para frenar el calentamiento global.
Las cumbres seguirán fracasando mientras los gobiernos no se comprometan con estos desafíos. Pero estos gobiernos no actúan por su cuenta, son representantes u operadores del “poder”, de los grandes capitales que se nutren del modelo contaminante.
Sin embargo, 84 países, entre los que están Alemania, Francia, Reino Unido, España y del norte de Europa, se han comprometido en presentar para el 2020 planes más agresivos para frenar la emisión de gases de dióxido de carbono.
Varios de estos gobiernos, aunque hacen esfuerzos importantes, tampoco van en sintonía con la velocidad y urgencia que demandan los informes científicos cada vez más alarmantes. Por fortuna, las sociedades y sobre todo los jóvenes, los pueblos originarios y otros movimientos civiles, han asumido la defensa de la vida y del planeta. Sin duda, las calles se van convirtiendo en el factor de incidencia fundamental para forzar a los gobiernos a tomar decisiones cruciales para la humanidad.
En nuestro caso, ¿qué podemos y debemos hacer? Emprender en cambios en la manera cómo producir y consumir. Impulsar proyectos económicos, sociales y culturales sostenibles que, al tiempo de gestar relaciones armónicas con la naturaleza, creen mejores condiciones de vida para todos. Esto, no es otra cosa que llevar a cabo un cambio civilizatorio, que tiene que ver con establecer realistamente una ruta para transitar del modelo primario exportador- extractivista vigente a otro de desarrollo integral y sostenible.
Fácil se dice, pero cómo hacer semejante salto, si todavía ni políticos, ni universidades ni empresarios ni movimientos indígenas ni mujeres ni nadie tenemos idea del qué, cómo, cuánto y cuándo llevar a cabo ese proyecto. No solo no sabemos, sino que el poder, se adelanta, y nos despista… con bombos y platillos y casi en medio de las protestas de octubre, nos venden nuevamente el programa extractivista y minero como el gran salvador. Mensaje que será acogido por un buen segmento de la sociedad que ignora la historia económica y social, y que además es fuertemente populista, consumista, conservadora, autoritaria, racista, y que construirá y votará por un Bolsonaro nacional en el 2021.
Los demócratas deben construir un partido ecologista con profunda inspiración social, mientras tanto queda como camino el trabajo silencioso, en la cotidianidad, desde las aulas y las casas, para el cambio: reciclar, usar menos objetos de plástico, sembrar árboles, bajar el consumo de carnes. Los niños y los jóvenes son los protagonistas, acompañados de sus profesores, madres y padres.
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