Este mes de septiembre el papa Francisco ha incursionado en el debate intelectual dentro de las páginas de opinión de la prensa italiana, específicamente en el diario socialista La Repubblica. Eugenio Scalfari, fundador del medio y exdiputado, había utilizado el mecanismo últimamente popular de “carta abierta” para publicar sus reflexiones y cuestionamientos a la encíclica Lumen fidei escrita inicialmente por Benedicto XVI y terminada por el actual Pontífice. “Creo que no va a responder, pero aquí y ahora no soy periodista, soy un no creyente que siempre se ha interesado y fascinado por la predicación de Jesús de Nazaret”. Pero sí respondió. ¿Qué tiene para decir el líder de una institución religiosa a los no creyentes? Fueron dos artículos de Scalfari, el 7 de julio (Las respuestas que los dos papas no dan) y el 7 de agosto (Las preguntas de un no creyente al papa Francisco), en los que hacía varias preguntas. Leer el texto enviado por el papa Francisco al diario es suficiente para conocer las inquietudes del periodista italiano. Hay dos interesantes: Si una persona no tiene fe y hace lo que para la Iglesia es un pecado, ¿será perdonado por el Dios cristiano? 1. El Papa, tras recordar que la misericordia de Dios no tiene límites, señala que quien no tiene fe debe obedecer a su conciencia. La bondad o maldad de su acto radicaría en escoger lo que se percibe en el interior como bien o como mal. Este pensamiento no es nuevo. Talvez quien más lo desarrolló es el cardenal Newman, presbítero anglicano convertido al catolicismo. En su famosa Carta al Duque de Norfolk señalaba que brindaría primero por la conciencia y después por el Papa.
2. Mientras el creyente cree en la verdad revelada, el no creyente sostiene que existe una serie de verdades relativas y subjetivas. Desde el punto de vista de la Iglesia, ¿sería error o pecado? Absoluto es aquello que es inconexo y carece de toda relación. Con esa frase el Papa sostiene que el cristiano no es poseedor de una verdad absoluta. De hecho el hombre nunca “posee” la verdad. La verdad, para el cristianismo, sería el amor que Dios tiene por los hombres a través de Jesucristo. Esa verdad se convierte en una relación que exige apertura para ser escuchada. “Por lo tanto, es necesario aclarar bien los términos para salir de los encajonamientos de una contraposición… absoluta”.
Estas aclaraciones se enmarcan dentro de un estimulante clima de diálogo entre fe y razón. El papa Francisco cree que ha llegado la hora de poner fin a esa incomunicabilidad que ha llevado a etiquetar al catolicismo como una superstición que otorga tranquilidad subjetiva pero es incapaz de racionalizarse. Además, considera que el diálogo no es secundario para un creyente: su misma fe -dice Francisco- le debería llevar a abandonar la arrogancia, la intolerancia y a ponerse en diálogo con todos.