Resultado de una catástrofe política es lo que encuentra Rafael Correa cuando llega a la Presidencia de la República. No estamos perdidos, no llegaremos a ser un puerto franco, es el mensaje que cunde en el país que quiere ser. Manos a la obra, con optimismo.
Se inicia la cultura tributaria en un país en que pagar impuestos era cosa de pendejos. El mayor deudor al Fisco es quien perdió las elecciones presidenciales: sus seguidores a la espera del decreto de condonación de las deudas.
El desastre de la educación en todos sus niveles no admite esperas. Se inicia un proceso que apunta a la excelencia. Los bachilleres deben someterse a un examen de idoneidad para llegar a la educación superior. Son clausuradas las universidades y politécnicas de ‘garaje’. Desaparece la UNE con sus paros de hasta tres meses. Al MPD se le ve en retirada de sus fortines universitarios. Los mejores bachilleres, algunos provenientes de pueblos inciertos, viajan con becas completas a estudios de pre y posgrado en universidades extranjeras de prestigio. Por primera vez se cuenta con un programa de desarrollo científico y tecnológico. Educación para el desarrollo. Sí, “la economía, idiota, la economía” (Clinton) es importante. Sin educación no hay economía sustentable, sería de añadir.
Al Gobierno le llueven petrodólares. De pronto una red vial admirable: desaparecen de los caminos las bestias de carga. ¿Desarrollo industrial con vías de comunicación que en su mayor parte eran chaquiñanes? Imposible. Como que nos hubiera caído la luz del entendimiento: construcción de centrales hidroeléctricas que reemplazarán a las costosísimas termoeléctricas. En pocos años el país que quiere ser contará con energía suficiente y barata. En apoyo del desarrollo industrial se crea la Ciudad del Conocimiento, Yachay: un esfuerzo concentrador de fuerzas en un país pequeño. Que requerimos de inversión extranjera para el desarrollo minero a gran escala, no hay duda. Los estudios prospectivos son de gran aliento, tanto para los inversionistas que comienzan a llegar como para el país que quiere ser. Se hallan en habilitación cuatro nuevos puertos de gran calado.
Viene el desplome de los precios del petróleo. Son fuerzas poderosas las que intervienen. Las mismas que dejaron en escombros a Iraq y Libia. El Gobierno ha hecho inversiones que comienzan a producir. Es una forma de atenuar el cataclismo. ¿”Ahorritos” para cuando vengan las vacas flacas en un país de atracadores poderosos? El caso de Brasil es apabullante.
Qué paradójico el cáncer de la corrupción en los países iberoamericanos que quisieron ser. Posiblemente carecemos de la madurez a la que han llegado los ingleses desde cuando vieron, hace siglos, que el Rey fue decapitado cuando se comprobó que había delinquido. El país que quiso ser, a la expectativa.
rfierro@elcomercio.org