Lolo Echeverría

El país condicionado

El trámite grotesco del juicio político en contra del presidente Guillermo Lasso ha terminado por aburrir a los ecuatorianos. No se puede creer que los niveles de incompetencia hayan llegado a tales límites. Tal vez los errores sean deliberados para bajarse de ese macho por la cabeza, como dicen los campesinos.

Algo de jocoso hay en el ir y venir del documento, en el quita y pon de las causales, en la confusión entre completar, o corregir los artículos de las leyes. Los constitucionalistas, entusiasmados con la idea de encontrar errores, han advertido que están dando asesoría gratuita a los promotores del juicio. Los constitucionalistas de dentro de la Asamblea, han sembrado errores y los constitucionalistas de fuera han corregido los errores; al final los correctores van a conseguir que pase el filtro de la Corte Constitucional.

Que los promotores del juicio político no quieran ya la destitución del presidente no es difícil de comprender, no solo porque el juicio está desprestigiado y las encuestas revelan que la mayoría de los consultados prefiere que no se llegue a la destitución, también porque el gobierno sobreviviente, pavimentaría el camino de la oposición al poder.

El discurso agresivo de los contendientes, pese a todo, es moderado y calculado. Muchos creen que la sobrevivencia del presidente ha tenido como precio la liberación de todos los presos, desde Glas hasta Duarte. Si ya hemos pagado el precio ¿qué  hemos obtenido?

Vivimos en un país condicionado: si la demanda es potable, va a la Corte; si la corte da el sí, habrá juicio; si hay los votos, caerá el presidente; si cae el presidente, subirá el vicepresidente; sólo si sube empezaría a pensar qué hacer.

El único que tiene certezas es el líder revoltoso quien con pensamiento simple ha dicho: vamos a presionar a la Corte y si el fallo no nos gusta, nos tomaremos la capital. Los sabios están llenos de dudas, los simples están muy seguros. Es la razón por la que mandan los simples y no los sabios.