Bienvenidos a la realidad. Las elecciones presidenciales del 19 de febrero fueron un cable a tierra que nos demostró cuán cerca estuvimos de prolongar indefinidamente un sistema político autoritario y corrupto, con escasas ganas de entregar el poder.
Las cifras de la primera vuelta fueron un clarísimo “corte de cuenta” del capital real que lograron amasar partidos políticos y movimientos en estos últimos años y, en el caso de los dos finalistas a la segunda vuelta, en el espacio de algunos años.
Por ejemplo, en el 2013, Rafael Correa ganó en primera vuelta con 57,16% y Guillermo Lasso llegó en un distante segundo lugar con 22,68%.
Cuatro años después, Lasso logró avanzar un poco más de seis puntos, mientras que Alianza País sufrió una estrepitosa caída de más de 17 puntos.
La izquierda no-correísta llegó apenas al 6,74%, mientras que del otro lado del espectro la derecha unida -sin el ruido de las candidatura de Cynthia Viteri o Dalo Bucaram- tal vez hubiese ganado en primera vuelta.
Más del 60% de ecuatorianos votaron por poner fin al correísmo. Es el momento de deponer egos, egoísmos no tan pequeños y hasta causas que son vitales para muchos de nosotros para el 2 de abril votar por el retorno pleno de la democracia. Esa es, por ahora, la primera y más importante causa.
Así lo entendió –por ejemplo- el movimiento indígena, incluso Carlos Pérez Guartambel quien puso al país antes que la ideología o los intereses específicos del movimiento indígena. Eso es hacer patria.
Si algo nos deberían enseñar estos 10 años de correísmo es que la polarización no solo es una pésima política pública, hace que todas las causas fracasen.
Yo misma siempre tuve serias reservas sobre la candidatura de Guillermo Lasso.
Reconozco que fue un buen banquero, de los pocos que no estafaron a sus depositantes durante los años del Feriado Bancario.
El 11 de abril de 2014 escribí un artículo muy duro diciendo que su candidatura era en sí una demostración de que no habíamos madurado como país.
Me preocupa aún más su actitud frente a los temas de género, en especial su rotunda negativa a la despenalización del aborto, una cuestión que preocupara menos si hubiera optado por una mujer preparada y progresista como binomio presidencial, cuando tuvo la oportunidad. Pero no fue así y ahora apenas me tranquiliza el aire fresco que puede dar personas inteligentes como Carlos Andrés Vera dentro de su equipo, pues acabo de leer en Twitter que ofrece tender puentes sobre el tema.
Si hay respeto y tolerancia, la causa de las mujeres tendrá mucho más aire que durante 10 años de correísmo curuchupa.
El domingo pasado se abrió una pequeña ventana de oportunidad para reconstruir un estado democrático.