Como no podía ser de otra manera, el escritor Óscar Vela Descalzo, en su artículo ‘Los libros del 2015’ publicado el domingo reciente en EL COMERCIO, no menciona el suyo, ‘Todo ese ayer’, que a mi modo de entender es uno de los mejores libros ecuatorianos de los últimos años, así lo expresan críticos nacionales y colombianos. Alguna vez comenté esa novela en esta columna porque me impactó profundamente: retrata muy bien a la clase media quiteña, recoge un período de la historia trágica del siglo XX en Argentina, traslada personajes reales a la actualidad y narra con mucho realismo algunos lugares, calles del Quito de hace dos o tres décadas. A propósito, la descripción de ciudades, sus cafeterías, restaurantes y callejuelas acompañan siempre a las novelas de escritores franceses, españoles y argentinos.
Si bien Vela excluye a su novela, menciona la de Ramiro Diez ‘Páginas con cierto sentido’ que, curiosamente, todas las veces que voy a las librerías en busca de novedades nunca me la han recomendado, como tampoco ‘La casa del desván’ de Modesto Ponce (la última que leí de este gran escritor quiteño, y con mucho placer, fue ‘Los lenguajes de la piel’).
En lo internacional coincido que ‘Sumisión’, de Houellebecq (aunque no exento de polémica) fue uno de los grandes libros del año; que Mario Conde (el detective creado por Padura) sigue aclarando crímenes en La Habana, y que la novela histórica, pero también de ficción ‘Hombres buenos’ de Pérez Reverte es el libro que hay que leer, tarde o temprano o como dicen algunos, no te puedes morir sin leer esa obra. Por eso libros de hace algunas décadas como ‘La fiesta del chivo’, de Vargas Llosa, o más recientemente ‘El hombre que amaba los perros’, de Padura, simplemente hay que leerlas, no importa cuando.
Hay muchas razones para postergar la lectura de un libro, faltaría espacio para explicar por qué recién leí en el 2015 ‘A sangre fría’ de Truman Capote, pero no importa, como tampoco interesa por qué recién el año pasado descubrí a Paul Auster y se me volvió una adicción. O pese a conocer la fama en Brasil de Erico Verissimo (1905-1975), recién el año pasado leí la primera parte de su trilogía ‘El Continente, el tiempo y el viento’, la primera escrita en 1949, la segunda y tercera entre 1949 y 1961. Se trata de una de las obras más importantes de la literatura universal.
Como la literatura siempre ofrece sorpresas, me permití pedir una sugerencia a la joven escritora y crítica de cine Marcela Ribadeneira (autora de la novela Matrioskas). Su recomendación fue ‘La parte inventada’ de Rodrigo Fresán, un libro que se incrusta precisamente en la mente de un escritor para contarnos que las letras no están en crisis, pero hay que escribir para audiencias que cambiaron y entienden el mundo de una manera diferente.