Los defensores de la década pasada se han desatado. Sus ejércitos de insultadores, que, se dice, hoy actuarían pro bono o al fío, y por esa misma razón se encuentran venidos a menos al igual que sus antiguos ordenantes, de todos modos han emprendido una campaña de violencia digital y amenazas en contra de todos aquellos que se atreven a hurgar o investigar las andanzas de sus jefes y superiores.
Obviamente, con su reacción furibunda se descubren ellos solos, pues nadie que tenga las manos limpias y la conciencia tranquila tendría necesidad de acudir a turbas anónimas para entorpecer o impedir una investigación que pondría al descubierto la humildad, sencillez y frugalidad con la que viven sus jefes, si ese fuera el caso…
Vista así la situación, en lugar exigir que sus líderes rindan cuentas, que es lo normal en una democracia, les ha dado por defender al granel a todos aquellos que sacaron tajada durante la década de mayor corrupción en la historia del país, de mayor despilfarro y descontrol de los fondos públicos; a los que hoy se encuentran sindicados, investigados o detenidos no solo por peculado, disposición de fondos públicos, asociación ilícita, tráfico de influencias, cohecho y otras tantas fechorías patrimoniales, sino también por crímenes de Estado, misteriosos homicidios, secuestros, desapariciones o asesinatos.
Defienden a los líderes e ideólogos de una supuesta revolución en la que solo cambió el modo de vida de unos cuantos oportunistas que antes no tenían oficio ni beneficio, pero que después de aquella década, son dueños de mansiones, negocios boyantes, propiedades, vehículos lujosos y cuentas cifradas en los paraísos distantes y desconocidos a los que volaban esos aviones que, además del séquito correspondiente de aduladores, se dice que llevaban en sus bodegas tarrinas de comida para saciar el hambre atrasada de los viajeros, y cargaban además unos extraños costales de yute, probablemente llenos de choclos tiernos y habas, entre otras delicias apetecidas en esos destinos exóticos…
Defienden lo indefendible, lo enlodado y sucio, lo pestilente y ruin, lo que aún conserva las huellas dactilares de sus culpables, los restos de ADN de los sospechosos, la trayectoria del dinero desviado o desaparecido por medio de contratos millonarios otorgados a dedo con jugosas comisiones de por medio, los grandes negociados del petróleo, el desfalco flagrante de la seguridad social.
Defienden a sus mentores y benefactores, a los que les dieron una plaza de trabajo en el duro pero bien remunerado oficio de provocadores sin rostro, de amenazadores encubiertos en falsas identidades o protegidos por las sombras que aún les brindan ciertos poderosos del pasado, esos espectros que antes de huir despavoridos les ofrecieron futuros beneficios, algún día, cuando puedan regresar…
Defienden, desatados, un remedo de ideología que puso en alerta a toda América Latina, pues de ella, además de nuevos millonarios, solo han quedado ruinas.