Hace algo más de 41 años se firmaron en España los ‘Pactos de la Moncloa’, que construyeron el camino hacia la modernización con base en el diálogo y la convivencia democrática de todos los actores políticos enfocados en dos grandes objetivos: el saneamiento y la reforma económica; y, el fortalecimiento de la institucionalidad jurídica y política. Por supuesto, para alcanzar con éxito esos acuerdos fue esencial la participación madura de los políticos de entonces que, dejando de lado sus intereses personales y partidistas, se centraron exclusivamente en la consolidación y el progreso de España.
Hoy surgen algunas ideas sobre un acuerdo nacional, y aunque todavía se manifiestan como un secreto a voces, su objetivo será planificar el futuro del Ecuador durante los próximos diez años. Este plazo, que no responde a una cifra lanzada al azar, sino al tiempo más o menos razonable en que se prevé que el Ecuador podría salir de la crisis siempre y cuando empecemos de inmediato a trabajar con orden y cohesión, contempla en una primera fase llegar a la elección del 2021, sean quienes fueren los candidatos (todos los actores políticos deberían ser parte de este acuerdo), con un país estable, ordenado e institucionalizado.
Se hablaría en principio de cuatro ejes generales: crecimiento y sustentabilidad económica; fortalecimiento de la institucionalidad democrática; seguridad jurídica y garantía efectiva de derechos fundamentales; y, la formulación de un sistema nacional de educación y cultura. Dentro de estos temas habrá obviamente muchos aspectos para discutir, empezando quizás por una nueva constitución o por una reforma a la actual, y partiendo de ese cambio indispensable diseñar y planificar un Estado moderno y ágil que cuente con tres poderes definidos y separados y con un sistema de justicia independiente, confiable y eficiente; que tenga instituciones públicas sólidas pero livianas a la vez, adaptadas y en uso de nuevas tecnologías; con leyes estrictas sobre el manejo económico y límites claros para el endeudamiento; con normas severas para sancionar los casos de corrupción y lograr la recuperación de los fondos públicos desviados por actos ilícitos; con una malla curricular adaptada a los nuevos tiempos y desprovista de toda injerencia política e ideológica del gobernante o partido de turno; con un énfasis especial en la difusión y promoción de la cultura en todas sus manifestaciones, entre otros.
¿Es posible alcanzar un acuerdo nacional? Por supuesto que sí, siempre que se actúe con madurez, desprendimiento y coincidencia sobre objetivos nacionales comunes, prescindiendo en esta empresa de intereses particulares o partidistas. Y aunque allí aparecerán los agoreros, caudillos y tiranos de siempre, si el acuerdo va adelante se excluirán ellos solos por inanición, pues las naciones que se cimentan sólidamente en democracia, además de prósperas y educadas, se vacunan contra esos bichos.