No parece una casualidad que hayamos escuchado los últimos cuatro años la cantaleta de la supuesta traición, y que esta semana, desde otra vertiente del mismo arroyo de aguas negras, la empecemos a oír también en los días previos a la posesión del nuevo gobierno.
Las casualidades en política son menos frecuentes de lo que uno cree o imagina. Allí donde se piensa que intervino el azar normalmente se ha producido ya un cónclave de manos negras y mentes pérfidas que van por lo suyo, por lo que les conviene o interesa, por aquello que amplía o renueva su poder sin detenerse un instante a pensar en lo que para ellos son apenas moralinas o impracticables códigos éticos que solo suelen recitar de memoria, pero que jamás ponen en práctica cuando está de por medio su beneficio particular o partidista.
Esta historia repetida me recordó a ‘Patria’, la extraordinaria novela del escritor Fernando Aramburu sobre los sucesos que vive un par de familias de un pequeño pueblo vasco, en el norte de España, en el que buena parte de sus pobladores apoyan abiertamente las acciones del grupo terrorista ETA e incluso varios de ellos se suman a la banda y financian sus actividades sangrientas, y los que no están de acuerdo, ya sea por temor o simple patriotismo, fingen su apoyo o hacen un silencio cómplice para no ser acusados o acosados por ellos. Txato, un hombre originario del pueblo, trabajador y empresario, es sujeto de chantaje por parte del grupo armado que lo señalará como traidor, delator y similares, desatando así una trama de consecuencias funestas.
Aquí, en nuestra realidad, recordamos a esos personajes que se refirieron todo este tiempo a la presunta traición de aquel al que postularon y promovieron con la esperanza de que guardara sus espaldas, no solo con la impunidad como objetivo principal, sino también con la intención evidente de manipular, conducir y orientar su gobierno por la misma senda del acoso y derribo a la prensa independiente, y del silenciamiento y persecución a sus opositores; y, sin imaginarlo, aquel que creían iba a ser su cómplice, se convirtió en su peor pesadilla.
Hoy, los otros acusadores (alentados por los primeros, se refieren a la supuesta traición del nuevo presidente por un pacto esbozado o imaginado y no cumplido con aquellos que, a cambio de unos cuantos votos legislativos, exigían crear una comisión que los vea como víctimas y perseguidos por la justicia, o, quizás, si nos adentramos un poco más en aguas pantanosas, anhelaban volver a meter las manos en la justicia, esta vez juntos y revueltos, para asegurar su libertad o absolución o el poder absoluto de los miembros del abyecto acuerdo.
No se traiciona al que se suele mover al margen de la ley cuando se resuelve no seguirlo en sus fechorías. No se traiciona al que ofrece gobernabilidad a cambio de impunidad. No se traiciona al que de todos modos iba a romper la alianza, ni tampoco al que antes de empezar ya te ha amenazado por no ceder a sus caprichos.