Hoy, domingo, se llevará a efecto un acto simbólico pero con singular fuerza política en Venezuela, acosada por la represión del Régimen de Nicolás Maduro.
Los partidos políticos y fuerzas opositoras democráticas buscan convocar a los ciudadanos a un acto comicial al margen de la ley, pero con especial valor para oponerse a la Asamblea Nacional Constituyente que quiere fabricar Maduro a su medida.
Es que el Gobierno venezolano, agobiado por la crisis política y económica que generó y sumido en una ola de represión sin límites, que arroja más de 90 muertos en algo más de cien días de protestas, buscó una salida política sui géneris.
El 30 de julio pretende hacer una elección para ir a una nueva Asamblea Constituyente y transformar la carta política. La trampa de esta convocatoria está en que la mitad de ese cónclave será designado a dedo por sectores sociales y políticos que controla totalmente el Gobierno y su partido, el Socialista Unido de Venezuela. Esa constituyente pretende dejar espacio para el voto netamente popular a la mitad de las bancadas que deberán disputar la Mesa de Unidad Democrática y el propio oficialismo
Es la más burda construcción de una versión del corporativismo fascista con un simulacro democrático para justificar el cambio grotesco que se quiere imponer.
El Régimen de Hugo Chávez aprobó, en la Constitución a la que llama bolivariana, un espacio para ir a un referendo revocatorio de mandato. La Mesa de Unidad Democrática, con mayoría en la Asamblea Nacional, pretendió cumplir con los procedimientos y requisitos dentro de los plazos legales, pero el Consejo Nacional Electoral, controlado por el chavismo, lo bloqueó burlándose de la carta constitucional. Ahora Maduro pretende cambiar sus propias reglas con un cónclave que sus huestes dominen. Por eso, el plebiscito simbólico de hoy, si se desarrolla en paz, puede alzar una nueva voz moral por la libertad y la democracia.