Ahora que el Código de la Democracia entró en vigencia y que los miembros de la oposición andan con la cabeza baja, desorientados, pensando en una persona que en estas circunstancias pueda hacerle calor al presidente Correa, sería bueno que toditos los adversarios políticos del Régimen se vayan al cine a ver ‘Moneyball’, una película basada en una historia real. A pesar de tratarse sobre un deporte prácticamente inexistente en el Ecuador, parecería que hubiera sido producida con dedicatoria a ellos.
La película cuenta la historia de los Athletics de Oakland, un modesto equipo de béisbol cuyo presupuesto es la tercera parte del de los grandes equipos de la liga estadounidense y que al final de la temporada 2001 pierde a sus tres estrellas, con lo cual queda desmantelado para la de 2002.
El gerente general del equipo asume la tarea de reconstruirlo. Puesto que con ese presupuesto resulta imposible conseguir jugadores de la talla de los que se fueron, contrata como asesor a un economista recién graduado de Yale, que realiza análisis estadísticos sobre los jugadores de la liga y que está convencido de que la forma en que los equipos contratan a sus jugadores “es medieval”.
Ambos se cuestionan este sistema de contratación y se ingenian un nuevo método para armar su equipo. En lugar de buscar tres jugadores que reemplacen a cada uno de los que se fueron, contratan a varios jugadores que en conjunto darían a los Athletics los mismos o mejores resultados que el año anterior.
Así armaron un equipo que fue el hazmerreír de los gurús del béisbol, pero que se destacó en el torneo. A pesar de que no ganó el campeonato, rompió la marca del mayor número de victorias consecutivas en la historia de la liga estadounidense y, más importante aún, mandó al basurero a la forma de contratar jugadores que había dominado el deporte desde antaño y que a nadie se le había ocurrido cuestionar.
Los Athletics mostraron cómo enfrentar la adversidad, preguntándose si lo que siempre se ha hecho tiene algún sentido o si habrá alguna manera de hacerlo mejor. Empezaron desde plantearse preguntas distintas. En vez de hacerse la clásica pregunta de con quién reemplazar a tal jugador, se preguntaron cómo armar un equipo ganador con su escaso presupuesto.
A la oposición le vendría bien pensar así, en lugar de únicamente preguntarse quién va a ser el superman que derrote al presidente Correa. Porque al poderoso no se le gana con quejas sobre lo injusto que resulta hacer frente a un equipo mucho más rico o buscando una persona que no existe, es decir, con ortodoxia pura y dura. Se lo vence con creatividad, analizando lo que el resto no ve, formulándose la pregunta correcta, conformando un equipo que funcione mejor que una suma de individualidades.