Más allá de quién tiene la razón, la situación que vive el máximo organismo electoral no puede seguir como está. Debe ser materia de preocupación de todos porque está en juego el manejo y las garantías de los próximos comicios y el respeto al voto de los ecuatorianos. En este sentido, bienvenida la mediación que se ha planteado desde una comisión cívica para encontrar una salida.
Los políticos y sus organizaciones que aspiran a disputar la próxima elección presidencial y legislativa, en febrero del 2021, debieran ser los primeros preocupados. Estar conscientes que serán los primeros perjudicados si no hay plenas garantías, a menos que pretendan hacer el juego y que se repitan las irregularidades que ocurrieran en el gobierno correísta, que no se debe permitir.
No se puede liderar un proceso eleccionario en medio de división y la imposición de una mayoría, que ha cometido errores que no solo fueron observados por quienes hacen la minoría sino que varias de sus resoluciones fueron echadas abajo por el Tribunal Contencioso Electoral, organismo de última instancia, e incluso les impuso multas.
Debe preocupar cómo se produjeron ciertos nombramientos. Los hechos evidencian que se equivocaron al designar al director nacional de procesos electorales, que tenía malos antecedentes y pese a la advertencia que hicieran fue mantenido en el cargo hasta cuando se le involucrara en un caso de tráfico de influencias y por ello fue sentenciado por la justicia a un año de cárcel. Esto ha determinado que, según la encuestadora Cedatos, existe un 81 % de los ciudadanos consultados que no confía en el CNE y un 85 % en su presidenta. Puede el país llegar a los comicios presidenciales en estas condiciones?
Lastimosamente el diálogo no ha funcionado y eso ha dificultado la gobernabilidad interna y ha deteriorado la credibilidad institucional, requisitos indispensables si se quiere llevar a cabo un proceso transparente y eficiente. Las diferencias democráticas son saludables en una institución, en contraste con la voluntad única durante las anteriores administraciones subordinadas al nefasto correísmo. Sin embargo, no puede funcionar con posiciones irreductibles y la imposición de las decisiones, que debieran ser de consenso y debidamente debatidas.
Hay que buscar salidas en favor de la estabilidad del país, demostrar con hechos que se va a garantizar el proceso electoral y que con un buen sistema informático no habrá los apagones del pasado reciente que pongan en tela de duda los resultados. Con los espectáculos que se han visto, se ha deteriorado la imagen de sus integrantes y por ello se ha planteado que si no hay voluntad para el cambio, enmendar errores y buscar salidas institucionales que renuncien todos o que con la mediación se busque superar la situación.