En un parangón con la fábula “la culpa es de la vaca”, historia donde se ilustra de forma simple la actitud que regularmente es asumida por los seres humanos, para hallar culpables y justificar sus errores, la difusión de la carta de intención firmada por el gobierno ecuatoriano con el FMI ha suscitado una serie de comentarios en contra del Fondo, atribuyéndole a éste la culpa del desequilibrio macroeconómico nacional y sus agobiantes problemas, como falta de crecimiento, alto endeudamiento y el creciente desempleo, entre lo más importante.
Al respecto vale recordar que el FMI ha estado ausente del Ecuador más de 10 años, tiempo precisamente en el que el país ha registrado tasas de crecimiento bajas, no obstante los altos precios del crudo, ha multiplicado su deuda en 5 o más veces, ha mantenido niveles de riesgo país ampliamente superiores a Colombia y Perú, y ha retrocedido en el índice de Desarrollo Humano.
Siendo objetivos, son los aprietos en la liquidez que vive la economía, problema del cual gran parte de la población está consciente o al menos conoce, lo que ha llevado al Gobierno a solicitar crédito en organismos internacionales entre los cuales está el FMI, logrando un préstamo de USD 4 200 millones a 10 años plazo, 4 de gracia, tasa de interés de alrededor del 3%, desembolsables en 3 años, siendo el primero en 2019 por USD 652 millones. Este hecho que en principio daría alivio a algunos problemas en la caja fiscal ha suscitado también una serie de comentarios respecto de la influencia del Fondo en la gestión y hasta en la soberanía del Ecuador.
El argumento es la firma de la carta, denominada de intención, texto en el cual se expresa la voluntad del Gobierno ecuatoriano por cumplir ciertas metas hasta el 2021, el texto es explícito y contrariamente a lo perverso de la interpretación que realizan quienes hacen oposición a esta forma de gestión, sustenta el compromiso en: “i) reconstruir y fortalecer los cimientos institucionales de la dolarización; ii) generar empleo y crecimiento a través de mayor competitividad; iii) promover igualdad de oportunidades y proteger a los pobres y vulnerables; y iv) garantizar un clima de transparencia y buen gobierno”.
Es lamentable que se busquen culpables externos, cuando la mala gestión es interna, que se olvide el derroche de los recursos en actividades infructuosas y la enorme corrupción, que generaron el déficit económico y social actual, los altos costos financieros pagados a los prestamistas chinos, etc. La carta per sé, así como está, expresa la intención por superar la crisis y para ello asiente cumplir varias metas requeridas por el acreedor, tanto para recuperar el dinero, lo cual es lógico, cuánto porque son medidas sensatas en el camino de la estabilidad. Cabe más bien la lectura minuciosa de la carta y exigir al gobierno el cumplimiento riguroso de los objetivos propuestos.