Esta semana se inicia el diálogo político encargado al Vicepresidente. Cuál será la metodología y cuáles los resultados es difícil anticipar y dependen del Gobierno. Lo que podemos decir los ciudadanos es que no nos gustaría que se repitan las malas experiencias.
La revolución ciudadana hizo del diálogo un instrumento de propaganda y un engaño a la democracia. Los funcionarios del gobierno escuchaban a todos y después hacían lo que querían. Los invitados al diálogo hacían el papel de figurantes y solo eran útiles para ambientar la política y darle un aire democrático.
Hicieron lo mismo desde la Asamblea Constituyente. Llevaron a Montecristi un desfile de representantes de los más diversos sectores de la sociedad, escenificaron el simulacro de escuchar las observaciones y las propuestas y después aprobaron, en paquete, la Constitución asesorada por políticos extranjeros que no es más que una lista de buenos deseos imposibles de cumplir.
Los temas que debería tratar el diálogo político son muchos, algunos más urgentes que otros, más apropiados para el debate entre expertos o más ordinarios y al alcance de los ciudadanos, que parecen las víctimas más que los dueños del poder como dice la teoría de la democracia.
Uno de los temas de mayor urgencia es el de la seguridad social. Los expertos están asustados porque el Instituto Ecuatoriano de Seguridad Social y el Banco de los afiliados van camino a la quiebra por la vía más corta. Los políticos se hacen los distraídos y buscan otras urgencias evadiendo las responsabilidades por acción del pasado reciente y las de omisión en la actualidad.
Los ahorros de los afiliados se agotan en préstamos al gobierno y pago de salarios a una burocracia inflada que ha llegado a 38 000 funcionarios. Un presidente del Consejo directivo del IESS, en cinco años, duplicó la plantilla del Instituto. Otro contrató 11 funcionarios adicionales cada día de los dos años nueve meses que estuvo en el cargo. Un tercero no llegó a cumplir un año pero aumentó más de 5 000 nuevos funcionarios. Es incomprensible que hagan daños tan grandes y se vayan tan tranquilos.
El diálogo tiene el propósito de alcanzar acuerdos, presentar problemas, proyectos, propuestas, reclamos, sugerencias. El intercambio de ideas puede practicarse en muchos foros; lo ideal sería que lleguen propuestas que sean fruto del consenso alcanzado en diversos grupos ciudadanos que analizan los asuntos públicos.
Entre las ventajas del diálogo están el ejercicio de escuchar y hablar, de confiar en el otro y valorar sus ideas. Los ecuatorianos estamos destruyéndonos unos a otros, decía un sociólogo. Y es verdad, no podemos dialogar ni entre vecinos. Todos quieren imponer su punto de vista, algunos porque se creen más sabios, otros porque se sienten más líderes y otros porque son más fuertes. Lo peor es esa mayoría impávida, compuesta por sujetos que no se interesan en los asuntos públicos porque viven encerrados en sus asuntos personales.