¡Bienvenido, papa Francisco! No solo para los católicos sino para los ciudadanos de diversos pensamientos, que puede permitir oxigenar el espíritu e iniciar una época de entendimiento, siempre y cuando exista la predisposición de todos, sin condicionamientos ni imposiciones a las que ha estado acostumbrado el poder, que subestima una realidad inocultable de protesta generalizada. Hasta las frases sabias del Pontífice fueron utilizadas al antojo oficial, en medio del reclamo de la Iglesia que calificó como un hecho reprochable usar y tirar como piedra a los críticos.
La voluntad de cambio está en las personas. No habrá paz ni reforma institucional ni política si primero no hay un cambio personal. Con los mismos discursos hirientes no se construyen las cosas; se destruyen más. El cansancio por la confrontación llama a la rectificación.
Plantean un diálogo, que es el mecanismo civilizado para analizar y superar problemas, pero al mismo tiempo siguen las provocaciones con cadenas oficiales denigrantes. El diálogo no puede darse sin respeto a las diferencias. Sin eso no hay futuro cierto. No al discurso único ni al monopolio de la verdad ni a la prepotencia, sí a la humildad, como habla el Papa.
Hay tantos ejemplos que demuestran que se imponen y no se construyen las cosas. La Ley de Educación Superior fue impuesta, pese a que se escuchó a rectores y expertos, pero se quitaron sus propuestas. La Ley de Comunicación se impuso, pese a las observaciones que se formularon porque se contraponía a principios generales universales y la Constitución. Allí están los resultados de cómo se impone y se sanciona a los medios. Las reformas laboral y a la Ley del IESS, que escucharon a algunos sectores pero se impuso y se eliminó el 40 % de financiamiento del Estado para las jubilaciones. Hablan que ha faltado información pero quisieron aprobar el proyecto de aumento del impuesto a las herencias en forma urgente, que fue rechazado mayoritariamente. Hoy, imponen a los médicos una agencia controladora de salud y luego quieren explicar bien. Intentan imponer las enmiendas constitucionales para lograr la reelección indefinida aunque adornan con reuniones.
¿Ese es el país de paz que promocionan? ¿Se debe liderar y alentar enfrentamientos? No jueguen con fuego. En lugar de seguir provocando a la gente que protesta y decir que salen con alcohol y otras sustancias, aunque luego se retracten, sería mejor bajar el tono y abrir espacios sinceros con tolerancia, palabra proscrita en estos ocho años.
Si se hizo aprobar a los ecuatorianos esta Constitución y si se quiere alterar con propuestas confiscatorias, de imposición y control del Estado, habría que proponer cambios radicales como en Cuba y consultar a los ciudadanos si quieren vivir en igualdad, pero todos en la pobreza y haciendo colas para recibir raciones alimenticias. Por seguir ese modelo, la situación de Venezuela es desastrosa.