Con el vértigo de escapar al semáforo en rojo burlando la vigilancia de la autoridad los ecuatorianos nos enfrentamos a un dilema existencial.
No será la primera vez que la especie humana tiene que optar por el riesgo de cambiar para sobrevivir.
Las pandemias se parecen a las guerras por la destrucción masiva de vidas. Levantar los ánimos de quienes perdieron a lo más preciado, las familias, no es sencillo.
Y por ese símil con la destrucción que causa una guerra de proporciones acaso se impone el lenguaje belicista para describir el proceso de lucha contra la devastación.
La historia de las pandemias tan patéticamente descrita por obras de arte que horrorizan(Bosco, Doménico Gargiulo o Michiel Sweerts), esta vez no es un lejano relato. La gente la vive perpleja, en modo globalizado por redes sociales, tv y satélite.
No se trata de un lúgubre relato medioeval. Los cuerpos en las calles de Guayaquil o los féretros de cartón que ayer entraban en barrios populosos de Quito están aquí.
Dura, pero indispensable de hacer carne y conciencia la cifra que en los primeros días dio el Presidente y no la quisimos oír.
El dato lo ha descrito con una sincera frialdad que asusta el ministro de Salud para que lo vayamos asimilando. El 60 % de los ecuatorianos lo vamos a adquirir.
El porcentaje de letalidad es incierto pero a juzgar por la ferocidad vista en China, Italia, España o Estados Unidos sabemos que no se trata de algo ligero, ni pasajero.
La clave está en tener renovado el sistema de salud y los actores de la primera línea de fuego , reforzados, bien equipados.
La inmunidad la requiere la sociedad en la toma de conciencia y las normas de higiene y protección personal y social.
Y aquí acertaremos si logramos que la expansión sea controlada o al menos atenuada en el manejo de los puntos críticos.
Que no todos los contagiados se vuelvan enfermos graves al tiempo. Que no todos los enfermos graves requieran de cuidados intensivos a la vez. Esa es la idea que por ahora nos lleva a la propuesta de una nueva normalidad controlada, un paso del aislamiento total al distanciamiento social.
La fuerte apuesta que hace el Gobierno central, saturado, desbordado, contradictorio en el manejo de las cifras confusas, requiere de respuestas locales serias.
Parece sincero que varios municipios no se sientan seguros y quieran seguir en confinamiento, pero el hambre tiene límites.
La realidad supera el mundo utópico ideal. La situación de millones de ecuatorianos sin trabajo los lanza a la calle.
Por eso es que la administración del nuevo momento debe ser responsable, pero la economía no puede seguir estancada.
Cepal dice que en América Latina habrá 35 millones desempleados. Estados Unidos ya bordea los 20 millones estos días.
Ese reto nos impone la supervivencia en esta hora cruda. Trabajar, cuidarse, adaptarse, han sido otros de los tantos logros y enseñanzas de la especie humana desde que el hombre es familia, tribu, comunidad.