El coronavirus aceleró el casi colapso de la economía ecuatoriana, que se lo veía venir por el irresponsable y corrupto manejo de la década correísta, la inacción del gobierno de Moreno en su primer año, la falta de cooperación entre los poderes públicos para adoptar las reformas de fondo, la torpeza y el vandalismo de los sucesos de octubre de 2019 y el temor paralizante del Ejecutivo luego de esos acontecimientos.
Como consecuencia de la pandemia viral y el cierre del mercado de China -la segunda economía en el mundo- el precio del petróleo se ha derrumbado a la mitad (el WTI cotiza alrededor de 30 dólares por barril); las exportaciones de camarón (segundo producto de exportación después del petróleo) que se destinan en un 60% al mercado chino, sufren serias restricciones; el riesgo país, que ha superado los 2 mil puntos, torna imposible que Ecuador emita nuevos bonos; los desembolsos del Fondo Monetario se han suspendido porque el país no ha sido capaz de implementar las reformas a las que se comprometió; el dólar de los Estados Unidos se ha robustecido, especialmente frente a las monedas latinoamericanas, lo que produce un encarecimiento de las exportaciones ecuatorianas y un abaratamiento de las importaciones desde los países de la zona. En suma, todos los elementos que se habían sembrado por los errores o inacción de los gobiernos y que desembocarían en una severa crisis si no se actuaba con valentía, decisión y oportunidad, ahora se han presentado de cuerpo entero por la histeria del coronavirus y el brutal impacto en la economía mundial.
Desde luego, la peor actitud que podría adoptar el Gobierno, la Asamblea Legislativa, las autoridades estatales en general y también la ciudadanía, sería dedicarse al lamento y a encontrar culpables. Con una actitud así, no se resuelven los problemas, sino que se agravan; y, además, no cabe en un país que tiene un futuro promisorio, si madura, respeta la ley, se disciplina, se retoma la honestidad, se abandonan intereses mezquinos, ceguera total y torpeza mayúscula, que han sido las causas principales para este desenlace.
El presidente Moreno y su ¿equipo? económico deben liderar con decisión y firmeza las reformas profundas que necesita el país para no ahogarse en la crisis. Abandonar mensajes de boleros melosos como “Toda una vida”, exponer al Ecuador la realidad de la economía y sus efectos sociales y enviar inmediatamente a la Asamblea proyectos de ley concretos y bien estructurados, en los campos tributario y laboral, reducir dramáticamente el gasto público, hoy imposible de mantenerlo y eliminar de una vez por todas subsidios, en las actuales circunstancias insostenibles, y que favorecen más a las clases media y alta y no a los más necesitados. Para éstos se adoptarán compensaciones socialmente justas y menos gravosas.