El flamante Canciller, Embajador Luis Gallegos, ha planteado cuatro ejes para su gestión. Alentar la cooperación internacional y la integración regional para promover el desarrollo y hacer frente a la pandemia del covid-19 que tanto daño ha causado a la población ecuatoriana y a su economía. Impulsar las relaciones bilaterales con una visión concentrada en el comercio y las inversiones con los Estados Unidos, la Unión Europea y los países vecinos. Sobre China afirmó que espera afianzar la alianza estratégica y que para ello se interesará en el ingreso a la Alianza del Pacífico. El tercer eje es el multilateralismo particularmente relacionado con los organismos financieros para atender la situación económica del país cuya situación es crítica. El cuarto eje, ha dicho Gallegos, es el de los derechos humanos y el del bienestar de los ecuatorianos migrantes cuya responsabilidad es de la Cancillería.
Los señalamientos del nuevo Ministro son acertados. Lamentablemente esos propósitos son difíciles de cumplir por varias causas. La primera, el corto tiempo de que dispone. Tiene solo diez meses que le restan al Gobierno, a los cuales hay que restarle al menos dos antes de la transición del poder al presidente electo, lapso durante el cual el poder decae ostensiblemente. La segunda es la desinstitucionalización del servicio exterior y el desencanto que hereda en el personal de carrera tan maltratado por su antecesor. Difícil tarea de motivación la que le espera. La tercera, la coyuntura política interna que se encuentra ya en una etapa pre electoral con un Gobierno débil y sin rumbo. La cuarta, es el manejo de la cuota política que también fue una mancha que marcó a su antecesor y que si no cuenta con respaldo del Presidente poco podrá hacer.
A los ejes centrales, añadiría el de la cooperación en seguridad y defensa particularmente en lo que hace relación al narcotráfico y delitos conexos. Para tal propósito recuperar para la Cancillería la negociación del convenio específico de aerovigilancia marítima con EE.UU. y lo suscriba a la brevedad posible. Pondría el mayor empeño en incorporar la defensa del medio ambiente, así como los temas de género y la sociedad civil organizada en especial los movimientos indígenas.
Difícil desafío el del canciller Gallegos pero hay que confiar en que por su experiencia y capacidad logre al menos dejar las bases de una política exterior de estado coherente con la mirada solo en los intereses nacionales.
Si con la Canciller Espinosa hubo una política exterior bolivariana, antiimperialista e ideologizada y con Valencia hubo un cambio radical pero con una gestión débil, es de esperar que Gallegos logre enderezar la herencia que recibe y deje encarrilada la política exterior sin injerencias del entorno presidencial.