Aquello de que todo es relativo bien puede aplicársele a la economía colombiana durante el 2014. Más allá de los altibajos experimentados, el país tiene razones para sentirse satisfecho al término de un año en el cual el Producto Interno Bruto se expandió en algo menos del 5 por ciento y tanto el desempleo como la pobreza continuaron con su tendencia descendente.
Nuestro buen comportamiento se compara muy favorablemente con el de América Latina como un todo, cuya ralentización fue evidente. Con un crecimiento proyectado de apenas uno por ciento, la región regresó a las tasas mediocres del pasado y otra vez se lamenta por el fin de una bonanza que algunos supieron sembrar y otros desperdiciaron.
Casos como el de Venezuela y Argentina hoy generan preocupación entre los analistas, pues se hallan en una especie de callejón sin salida, que seguramente conducirá a crisis más profundas. Brasil tampoco encuentra la fórmula, a menos que Dilma Rousseff haga una especie de borrón y cuenta nueva ahora que empieza su segundo mandato. México realizó reformas importantes, que se ven menoscabadas por una agitación política en aumento. Incluso Chile y Perú parecen haber perdido un poco el rumbo, tras lustros de buenas cifras.
Tales ejemplos hacen más valioso el desempeño de Colombia. El que nos hayamos diferenciado del resto del vecindario radica en que logramos cambiar a tiempo de sector líder en la economía. Si en la década pasada nos apoyamos en la minería y en el petróleo, ahora la locomotora que más potencia tiene es la de la construcción, gracias al empuje del ramo edificador y de la infraestructura.
Como si eso fuera poco, el comercio, la intermediación financiera y hasta la agricultura, entre otros, se han comportado aceptablemente. Si bien nunca faltan áreas rezagadas, como la industria, todos los capítulos que componen el PIB desde el lado de la oferta muestran signo positivo. Dicho vigor se expresa en un consumo interno que evoluciona bien, y en niveles de inversión que solo pueden ser calificados como notables.
El balance favorable no desconoce que en el trimestre que ahora termina aumentó la fuerza de los vientos en contra. Es bien sabido que el precio del petróleo experimentó una descolgada significativa, pues las cotizaciones cayeron casi a la mitad frente a las registradas a mediados de junio pasado.
Esa nueva realidad no puede ser ignorada, pues las ventas de crudo representan el 55 por ciento de nuestras exportaciones. Además, los impuestos que pagan las compañías del sector, al igual que los dividendos que le gira Ecopetrol a la Nación, equivalen a una quinta parte de los ingresos fiscales.
Debido a ello, el 2015 arrancará con dólar caro y petróleo barato, una combinación que no se veía desde hace seis años y que exigirá mayor capacidad de respuesta de las autoridades económicas, con el fin de mantener el rumbo.