“El de cuello blanco roba por ambición, el otro por necesidad”, dice la fiscal Diana Salazar al comparar un alto funcionario corrupto, de los implicados en los casos de la FEF, Sai Bank u Odebrecht, con quien se roba un celular. No justifica al delincuente menor, pero tiene conciencia de que hay que acusar y sancionar a los pesos pesados que por años han venido evadiendo a la justicia.
Diana Salazar, la “terrible fiscal”, responde a una entrevista que le hace Pablo Cuvi para la revista Mundo Diners de este mes de diciembre. Allí, ante las preguntas del experimentado y agudo entrevistador, la joven abogada de 36 años, cuenta su vida y su posición como funcionaria acusadora en varios sonados casos en que se ha consagrado como “dura” e incorruptible. Nació en Ibarra en el seno de una familia afrochoteña originaria de Carpuela. Comenzó a estudiar en su ciudad natal, para luego graduarse en Quito en el Juan Montalvo. Luego siguió Derecho en la Universidad Central. Hizo su tesis sobre coyoterismo, tráfico de migrantes. Se graduó en el 2006. Le atraen los derechos humanos, “porque, a más de mi orientación penalista, siempre tengo eso en mi sangre sobre los derechos de los afrodescendientes. Entonces estudié Derechos Humanos en la Andina.”
Ante la pregunta: “¿Sintió alguna discriminación en la Universidad?”, su respuesta es: “En la universidad no, en lo laboral sí”. Esto nos satisface a quienes trabajamos en la Universidad Andina, pero nos llama la atención que cuando Diana trató de trabajar y concursó para una plaza en Quito, le quisieron mandar a San Lorenzo. Solo después de una lucha obtuvo su nombramiento. Sabe enfrentar al racismo. Por eso no le molesta que le digan “negra”, pero no acepta eso de “morena”, que es despectivo.
En la entrevista cuenta su trayectoria como fiscal en el sur de Quito. Luego pasa a los casos mayores. Cuando investigó a Chiriboga, presidente de la Federación Ecuatoriana de Fútbol sobre sobornos en la FIFA, él le aclaró: “La cocinera de la Casa de la Selección es negra”, como diciéndole: “tu deberías estar allá, no interrogándome”. Pero ella siguió el interrogatorio sin mas.
Luego vinieron los casos de exportación de oro, “Capaya” y Odebrecht, comenzando por su retorno negociado al Ecuador. De allí surgió el caso Sai Bank. Resistió intimidaciones, amenazas, llamadas telefónicas y hasta el peligro de una bomba en su oficina. Pero sigue su trabajo.
Confiesa que tiene “visión acusatoria” y que no es política, pero reconoce que algunas cosas no las arreglan las leyes sino la política. Ha sufrido presiones y hasta demandas internacionales. Tiene fama de valiente y dice “que me sigan considerando valiente. Pero soy humana y también tengo sentimientos.” No se arredra: “Yo sigo, el que tiene la verdad no debe tener miedo”.
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