Quienes critican la dolarización dicen –con razón– que este formato le impide al país ejercer una política monetaria autónoma. Yo me pregunto: ¿si adoptáramos una moneda propia podríamos controlar la cantidad de dinero que circula en la economía? La respuesta es no.
Para tener una política monetaria autónoma, es decir para que la autoridad pueda aumentar o disminuir la cantidad de circulante según su voluntad se necesitan dos requisitos: (1) que el tipo de cambio sea flotante; y (2) que haya libre movilidad de capitales.
Adoptar una nueva moneda –es decir, desdolarizar– requeriría de al menos dos medidas: (a) que se controle el tipo de cambio porque, de lo contrario, la nueva moneda se devaluaría tanto que perdería su capacidad de atesorar valor y, por esa razón, nadie querría usarla; y (b) que se establezcan límites a la salida de capitales porque, de lo contrario, habría una fuga masiva de recursos.
En otras palabras, la adopción de una nueva moneda requeriría de medidas que impedirían a la autoridad controlar de forma autónoma la cantidad de dinero que circule en la economía.
La autoridad pierde esa capacidad de control cuando tiene que defender un tipo de cambio y debe comprar o vender –a un precio fijo– todos los dólares que se oferten y demanden. Para controlar esa oferta y demanda de dólares y evitar parcialmente que el circulante aumente o disminuya sin control, las autoridades también deben incautar las divisas.
Esta medida ha probado ser defectuosa porque incentiva la creación de mercados paralelos donde se transan dólares a cotizaciones más altas. Si la diferencia entre el tipo de cambio oficial y el paralelo se agranda, las transacciones en el mercado negro crecerán, haciendo aún más difícil e inexpugnable el control de circulante que entra y sale de la economía. (Lo único que consigue este tipo de medidas es dificultar el comercio exterior y fomentar mafias que medran de la necesidad de las personas).
Así que tiene razón el presidente Correa cuando dice que salir de la dolarización sería “catastrófico” para el país y saludo su deseo de defender este formato monetario que, por lo demás, es el responsable de lo que él ha denominado el “milagro ecuatoriano”.
Ese milagro no es otra cosa que el aumento sostenido de los ingresos reales de los ecuatorianos gracias a que sus salarios están denominados en moneda dura y porque el dólar ha contenido las expectativas inflacionarias al interior del país.
¿Queremos una política monetaria para imprimir dinero, financiar déficit fiscales y provocar inflación? Más saludable para la economía del país es salvaguardar una herramienta –el dólar– que ha permitido defender el patrimonio de nuestras familias, especialmente de las más desprotegidas.