Si usted se llama Lionel Messi probablemente responderá que la izquierda le sirve para anotar los goles más fantásticos y hacerse millonario. Si usted se llama Carlos Pólit o Vinicio Alvarado puede responder exactamente lo mismo. Todo es relativo. En el juego de la política la palabra ‘izquierda’ solía designar muchas veces a los rebeldes e idealistas que querían transformar la sociedad. Hoy, consultores políticos como Jaime Durán sostienen que esa categoría no tiene importancia en el campo teórico ni a la hora de votar porque el mundo cambió y a la gente de a pie ni le va ni le viene que el candidato se diga de izquierda o derecha.
Sin embargo, el dilema se halla tan vigente en la política ecuatoriana que, luego de haber ganado la consulta con el apoyo masivo de la derecha, el presidente ha declarado que no va a gobernar con ella y cada uno lo entiende a su manera. Para aclarar tan confuso panorama, en lugar de revisar el clásico ensayo de Bobbio sobre derecha e izquierda que lo tengo bien subrayado, pregunto al taxista qué es ser de izquierda. “Ser ladrón” responde sin pensarlo dos veces. ¡Bingo! He ahí el legado de la Revolución Ciudadana, cuyos conductores y publicistas corrompieron el lenguaje académico y político al atropellar los derechos humanos y asaltar los fondos públicos en nombre de la izquierda.
Verdad es que la mayoría de pícaros del correísmo nunca fue de izquierda en el sentido tradicional del término. Pero sus conmilitones revolucionarios los aplaudieron y protegieron con todo un sistema de impunidad ‘para no hacerle el juego a la derecha’. Argumento que se remonta al siglo pasado cuando ser comunista era negar el genocidio de Stalin, luego el de Mao y los atropellos de la dictadura cubana; ahora se lucen encubriendo los crímenes de Maduro.
Durante la década del billete fácil era muy cómodo y rentable ser izquierdista y respaldar la función de inquisidores como Carlos Ochoa o Alexis Mera. Pero esa conducta fue tan cínica que mucha gente que se había identificado siempre con la izquierda prefirió llamarse demócrata y defensora de cosas tan simples como la libertad de expresión.
El conflicto entre los conservadores de diverso pelaje y las fuerzas progresistas que empujan el mundo hacia delante ha existido siempre. Si en los años 70 la izquierda se definía por oposición a los Pinochet y Videla (que también reclamaban soberanía para exterminar a los disidentes) hoy ese papel perverso lo desempeña la dictadura militar venezolana que defienden los Vicuña. De manera que es indispensable recuperar del fango el término ‘izquierda’ y darle un nuevo rostro y nuevos contenidos, tarea que corresponde a una juventud no contaminada que debe forjarse en la lucha contra el poder, sea del color que sea pues, como dice el columnista Antonio Caballero, gobernar es de derecha.