La tristemente célebre Texaco no solo contaminó el ambiente. La contaminación fue aún peor. No solo dañó la selva. No solo sus moradores han bebido de las aguas negras y se han enfermado. La contaminación ha sido mayor. Se contaminaron también las personas, pero no solo de cuerpo (cáncer en la Amazonía) sino también, de espíritu: rencillas personales, ambiciones, egos, trampas, estafas, una manera poco transparente de hacer negocios petroleros, hacen parte de las manchas que no se pueden limpiar.
Se contaminó la justicia. Se contaminaron las dirigencias. Se contaminaron las autoridades. Se contaminaron abogados y jueces y peritos. Se contaminaron verdugos y víctimas, poderosos y débiles. Se contaminó David del ya contaminado Goliat. Se contaminaron quienes hicieron trampa, quienes aceptaron los juegos del poder.
Se contaminaron aquellos que hundieron sus manos en el negro petróleo para mostrar la porquería, no por convicción sino cobrando fortunas por tal hazaña. Se contaminaron estrellas y famosos que accedieron a hacer parte de la propaganda oficial y que, en lugar de ayudar a los demandantes en su propósito de denunciar la injusticia, terminarán dando la razón a los demandados que alegan que en Ecuador no hay independencia de poderes.
Se contaminaron los que cobraron por hacer libros y se pasearon por el mundo con viáticos y gastos extraordinarios, cubiertos. Se contaminaron aquellos que usaron a los indígenas en su beneficio particular con la promesa de la justicia. Se contaminaron aquellos que quisieron tapar la boca a quienes denunciaban las trampas de la transnacional y también se contaminaron quienes quisieron mostrar las vergüenzas de la empresa utilizando las mismas armas del enemigo: influencias, chantaje, componendas, coimas.
Ahora, tan contaminados todos, la heredera de la Texaco, la Chevron, va ganando por goleada. Ecuador ha tenido que pagar 112 millones por una demanda presentada por denegación de justicia y demora de procesos judiciales en cortes ecuatorianas que no resolvieron siete demandas comerciales presentadas entre 1991 y 1993 por Texaco. Tal sentencia de una corte Federal de Washington confirmó un fallo de la Corte Internacional de La Haya. Para que ese pago fuera efectivo, los demandantes del juicio del siglo tuvieron que levantar el embargo que pesaba sobre la empresa por el tema ambiental. Según dijeron, para que lo uno no afecte a lo otro.
Por donde se vea hay contaminación: que si en los negocios con sobreprecios, que si en los derrames continuos, que si en los contratos a dedo, que si en la tercerización, que si en las consultas inconsultas Las manos embadurnadas de crudo no se limpian. No hay detergente que quite tan profundas manchas.