No es que el término lawfare fue otro aporte más de los “socialistas del siglo XXI” ni nada por el estilo. De hecho, el término circulaba desde hace casi ya un siglo y para muchos es conocido que uno de sus padres (si es que no el primero) fue Carl Schmitt, uno de los intelectuales del nacional-socialismo alemán. Para él, lawfare era el arma perfecta de los débiles, de aquellos humanitarios que preferían usar las armas oscuras del derecho en lugar de pelear en las trincheras y con armas de verdad. Era el oscuro lugar de los legalistas y los que usan el famoso imperio de la ley para sus propios fines. La acusación de usar la ley con fines políticos contra aquél que realmente representaba la voluntad popular y no oscuros intereses que no eran los de la mayoría -es decir el Führer- se convirtió en el argumento perfecto para convencer a una población desesperada por salir de la crisis.
Décadas después, la acusación de lawfare fue usada por la Unión Soviética en foros internacionales de desarme; la letra de la ley peleando contra sus hechos consumados. Poco tiempo después, fue Estados Unidos el que acusó de lo mismo a las organizaciones de derechos humanos que reclamaban su actuación en Iraq y Afganistán, minimizando sus actuaciones como lawfare de oscuras intenciones.
Pero el mundo se ha vuelto bastante complejo y diversificado. Y hay que reconocerlo, no sólo la derecha internacional y los liberales tienen derecho a sus comunidades epistémicas y sus buffet de abogados influyentes. Los abogados de izquierda se dieron cuenta rápidamente que podían hacer un excelente negocio en el circuito global de la izquierda defendiendo los casos más prominentes. Y con eso, generaron toda una industria del victimismo de los líderes progresistas -en este continente o en cualquiera- que requiera de sus servicios.
Por supuesto, no se trata de ganar casos con la fuerza de los argumentos y las pruebas de descargo. Después de todo, el lawfare se base simplemente en argumentos ad hominen, es decir en cuestionar los motivos de la parte acusadora para deslegitimarla. Nunca nada concreto. De lo que se trata es de generar puestas en escena grandiosas, con escándalo de prensa internacional incluidos para lo cual se necesita toda una industria de soporte que incluya relacionistas públicos, hackers, trolls, prensa alternativa (RT y Telesur, por ejemplo) y nada alternativa (CNN dispuesta a conceder tiempo aire, por ejemplo) para lograr sus resultados. Nada mal, se ve que están creando puestos de trabajo y, por supuesto bastante dinero en donaciones y honorarios entre los incautos. El resultado es nulo en términos judiciales, pero efectivísimo en términos de relaciones públicas para mantener la relevancia de los líderes del círculo de fans del socialismo moderno. Por suerte, su show no impacta en la opinión pública general que está en temas realmente importantes. ¿Los países? Poco o nada les importa los países – o su sanidad jurídica y democrática- cuando hay tanto dinero circulando ¿verdad?