Entre las escenas de fuerza, habilidad, empujones, patadas y abrazos masculinos en el Mundial de Fútbol, cobra más relieve aún una mandataria que da a luz: periódicos de todo el mundo reprodujeron la foto de la primera ministra de Nueva Zelanda, Jacinda Ardern, con su hijita recién nacida en brazos junto a su pareja, un presentador de televisión. Ambos exhiben una apacible sonrisa de felicidad. Esa cordial imagen es señal de humanización de la política; y también, de la madurez institucional de la lejana y, para nosotros, desconocida realidad neozelandesa.
Reviste gran importancia la creciente participación de la mujer en la política. “La identidad de quien gobierna tiene un efecto enorme sobre el tipo de políticas públicas que se ejecutan en las comunidades”, señala el profesor Claudio Ferraz , que prueba su afirmación con estudios empíricos del manejo del gasto púbico en educación y salud en gobiernos locales de la India. Y señala también que las mujeres en el poder son, en promedio, menos corruptas que los hombres. ¿Cuántas mujeres están condenadas por la operación Lava Jato en Brasil?, pregunta. Además, la presencia de líderes femeninas es un elemento motivador para las aspiraciones de las niñas.
Sé que simplifico el análisis de Ferraz. Sospecho, a la par, que son necesarias condiciones de cultura política e institucional para generar efectos positivos de la participación femenina. En el escenario ecuatoriano, no ha resultado inspiradora la presencia de Gabrielas, Marcelas, Rosanas, Pames y demás devotas del correísmo.
Sin embargo, destacar la imagen de la primera ministra de Nueva Zelanda y la participación de las mujeres en la vida política pretende poner de relieve la necesidad de dar a esta un sentido positivo, humano y creativo.
La década correísta propuso el ejercicio de la política como una destructiva guerra a favor o en contra del líder populista. El machismo autoritario se impuso hasta sobre discrepancias con las asambleístas de AP en temas de debate como el del aborto en caso de violación. La concepción maniquea y bélica se prolonga cuando el expresidente, de forma baja y discriminatoria, se refiere a la discapacidad del presidente Moreno para endilgarle epítetos insultantes y una patología de frustración.
Casi 30 años atrás, otra mandataria dio a luz mientras ejercía el cargo: la primera ministra paquistaní Benazir Bhutto. La lucha política fue bastante más difícil para ella que para Ardern. Esta se acogió a seis semanas por maternidad. Aquella regresó a su puesto al día siguiente del alumbramiento. Veinte meses después, Bhutto fue desplazada del poder y, años más tarde, en 2007, asesinada. El género no lo es todo. “Hay más cosas en el cielo y la tierra que las soñadas por tu filosofía”, le dice Hamlet a Horacio.