Un fenómeno que pudiera definirse como “dualidad gubernamental” se sintetiza con precisión en la frase que se acuñó en 1973 en Buenos Aires cuando el peronismo triunfó en las elecciones presidenciales de la República Argentina: “Cámpora al gobierno, Perón al poder”. El proceso quedó registrado en la historia. Cámpora fue elegido y renunció; Perón triunfó en las elecciones siguientes y después de su muerte lo sucedió su esposa Isabelita, a raíz de su precario y absurdo gobierno, siguió la más sangrienta dictadura de la historia de América Latina. Algo similar se pretendió cuando se produjo el retorno a la democracia en el Ecuador durante 1979. El último velasquismo y los gobiernos militares siguientes desarrollaron una verdadera tramoya jurídica para evitar que el líder del cefepismo, Assad Bucaram, llegara a la Presidencia de la República. No eran motivos ideológicos o étnicos, eran políticos, pues temían que acabaran los escenarios políticos del pasado. Fracasaron y el cambio se produjo. En estas circunscritos extremas, el líder populista accedió a una fórmula transaccional que consistía en que Concentración de Fuerzas Populares propusiera a Jaime Roldós y a Osvaldo Hurtado como candidatos cefepistas que, por tratarse de una elección en una segunda vuelta, obtuvo una espectacular mayoría parlamentaria por ser elegida con las candidaturas presidenciales triunfadoras. Fue entonces cuando se pretendió que el gran elector –el líder de la gran convocatoria, Don Assad- ejerciera indirectamente el poder. Ni Roldós ni Hurtado lo permitieron y fueron fieles al mandato del pueblo que los eligió.
Es probable que una experiencia similar se haya producido en República Dominicana con Rafael Trujillo y Joaquín Balaguer hasta que sobrevivió al cruel Generalísimo; luego, en la Revolución Cubana con diferentes denominaciones entre Fidel Castro y el resto de funcionarios gubernamentales, nadie duda hasta ahora dónde está el poder. Finalmente, en el escenario internacional de nuestros días se dio el caso de Vladimir Putin y Dimitri Mendéved. Se alternaron en el gobierno, pero siempre uno solo ejerció el poder de todas la Rusias.
Una situación parecida pudieses darse en el Ecuador electoral del 2016 y el 2017. Los dos principales líderes del Gobierno y de la oposición no competirán para la primera magistratura, la cual será ocupada por fieles seguidores del continuismo o la renovación, salvo que, en la última hora, como sucede con los terremotos, los líderes –los perones- se presenten a competir en una verdadera riña grecorromana. Hasta ese minuto final, la ciudadanía, como espectadores de un circo de tercera, indagará ingenuamente quién ocupa la careta de Cámpora y quién o quiénes son los verdaderos en el Ecuador del 2017. Mientras tanto, el líder de Creo, que solo es uno y trino a la vez, se clasificará para la segunda y ganará cualquier sea el Cámpora que enfrente en esa vuelta. Le será imposible con uno de los “perones”.
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