En enero de 2011 en una conferencia sobre seguridad en Toronto, Canadá, el policía Michael Sanguinetti sostuvo que si las mujeres no querían ser objeto de violencia sexual, deberían dejar de vestirse como putas (“sluts” en inglés). Como era obvio, esto generó la indignación de varios grupos de mujeres que organizaron una marcha de protesta a la que denominaron “SlutWalk” o la “Marcha de las Putas” en español, y que por el impacto que generó se repite cada año y es replicada en varias ciudades del mundo, incluidas algunas de Ecuador.
El objetivo de la marcha es llamar la atención sobre la violencia de género y concientizar a la gente sobre la cultura de violación que se vive mayoritariamente en muchos países, incluido el nuestro, en los que se culpabiliza a las víctimas de abuso sexual por cómo estaban vestidas, qué hacían o con quién estaban, cuando la realidad es que la responsabilidad es siempre, el 100% de las veces, del abusador. El mensaje es “no nos digan cómo comportarnos, díganles (a los violadores) que dejen de violarnos”. Es decir, en lo que se debe trabajar es en la formación a los hombres en una cultura de respeto absoluto a la voluntad de las mujeres y no en cómo ellas deben vestirse o comportarse.
A pesar de estos intentos de concientización, la violencia de género sigue estando omnipresente en el mundo. De acuerdo al Banco Mundial, el 69% de las mujeres en América Latina y el Caribe han sido objeto de abuso por parte de sus parejas y el 47% han sido víctimas de al menos un ataque sexual en su vida. Según la Policía, en Ecuador se registran diariamente un promedio de 42 denuncias por violación, abuso y acoso sexual a mujeres y menores, a los que habría que sumar aquellos casos que nunca llegan a denunciarse, justamente por el temor de las mujeres afectadas a ser re victimizadas o a ser acusadas de “putas”.
Frente a esta grave y dolorosa situación, los esfuerzos de los grupos feministas para combatirla no cesan y en los últimos días han adoptado un nuevo himno: “Un violador en tu camino”, que denuncia la violencia de género, la impunidad de muchos violadores y abusadores y la complicidad y/o ineficacia del Estado para cambiar la situación. El estribillo dice: “Es feminicidio, impunidad para mi asesino, es la desaparición, es la violación, y la culpa no era mía, ni dónde estaba ni cómo vestía, el violador eras tú, el violador eres tú”.
El poderoso y disruptivo mensaje ha calado hondo y ya se canta en varias ciudades del mundo, para reflexión y concientización de unos e incomodidad e intolerancia de otros, incluidos curas y asambleístas sacados del Medioevo, que todavía no alcanzan a comprender que la violación es únicamente responsabilidad de quien la comete, jamás de la víctima, y si eso no tiene sentido para ti, eres parte del problema.