El índice del riesgo país marcó el viernes un nivel escalofriante: 1 979 puntos. Es, por pura coincidencia, la cifra del año del retorno a la democracia en el Ecuador, con Jaime Roldós. Chile está a punto de cumplir 30 años del fin de la era pinochetista, en medio de una gran inconformidad con el modelo ‘exitoso’ y la promesa de una nueva Constitución para buscar equidad.
El caso de nuestro país es singular: mantenemos en la retina el estallido social de octubre y, al mismo, tiempo vemos que la economía decae por su alta dependencia del precio del petróleo, ahora en terapia intensiva a causa del covid-19, y por la falta de cumplimiento de las metas acordadas con el Fondo Monetario Internacional (FMI).
El organismo decidió seguir retrasando la entrega de créditos o, dicho con el eufemismo de Finanzas, ‘el cronograma de desembolsos se está ajustando’. El FMI señaló, sin embargo, que el plan con el Ecuador sigue. Hay que preguntarse cuáles son las causas y quiénes son los responsables de que tantas fotografías historiadas, viajes y nombramientos no sirvan para enfrentar la crisis a tiempo.
La alternativa de emisión de bonos ecuatorianos se vuelve todavía más cuesta arriba en estas circunstancias. El aumento del riesgo país también impide seguir en el proceso de concesión o monetización de activos improductivos del Estado. El presidente Lenín Moreno y su equipo no han cumplido su promesa de trabajar de manera eficiente y oportuna, pese a la ayuda internacional, para resolver este problema. Ya ni siquiera se trata de exigir el cumplimiento de obras que desde el primer momento sabíamos que eran irrealizables, sino un manejo responsable de la crisis económica, diagnosticada hasta el cansancio -conocemos de memoria los daños que causó el correísmo- pero sin resultados concretos.
¿Por qué los funcionarios que no se han dedicado a sus tareas, no solo económicas sino políticas, como la de negociar la viabilidad de los proyectos en la Asamblea o mantener una mayoría, siguen en estado de negación y, sobre todo, siguen tan campantes?
Si se tratara de un ego más o de un ego menos, el asunto carecería de importancia. Pero se está afectando a la viabilidad del país y -créanlo de una vez por todas- la propaganda y la distracción simplemente no funcionan. Desde luego, es también un problema en el que se deben involucrar todos los sectores que resultarán afectados, y ahí una vez más cae la sal en la herida: ¿qué pasó con los diálogos, vicepresidente Sonnenholzner?
No solo el Gobierno sino el país están en situación vulnerable, más en una etapa preelectoral en que los líderes quieren desentenderse o sacar ventaja, y los más inescrupulosos incluso aprovechan el covid-19. No hemos salido de una lógica con dos extremos: o bonanza con autoritarismo o crisis económica y política. Quizás nos la merecemos.