Difícilmente se puede calificar a las élites ecuatorianas más acertadamente que como lo hizo el Ministro de la Producción. Miopía es el mal que les aqueja. Cortedad de alcances o de miras. Miopía de los dirigentes gremiales que no ven más allá de la punta de la nariz, oponiéndose a cualquier sacrificio que coadyuve a salir del entrampamiento en que está la economía ecuatoriana, de la que también, a largo plazo, son víctimas los empresarios por ellos representados.
Miopía de la dirigencia sindical que se opone a cualquier reforma que se proponga al régimen laboral que protege, en algunos casos excesivamente, a las personas que tienen trabajo, y perjudica a los que no lo tienen. No darse cuenta de que la protección exagerada que brindan algunas normas laborales conspira contra la creación de fuentes de trabajo y que las indemnizaciones por separación del trabajo, voluntaria o no, atenta contra la posibilidad de mayor contratación, es miopía que afecta a los trabajadores y a la posibilidad de crecimiento. Las enormes tasas de subempleo y de trabajo informal que esconden el desempleo, deberían ser suficiente argumento para que, una vez que el Gobierno ha manifestado que las normas que propone regirán para los futuros contratos, dialoguen y concierten, sin prejuicios y sin volver al pasado, en el que parecen vivir esas élites.
Miopía de la dirigencia política que no asume la responsabilidad que implica ver el panorama nacional más allá de los intereses electorales coyunturales y que, contagiada de populismo irresponsable, se opone a la eliminación o focalización de subsidios a los combustibles -que beneficia a ricos y contrabandistas- argumentando que afecta a los pobres, y también se opone a la creación de impuestos… porque afecta a los ricos.
Miopía al no comprender que la ciudadanía acaba hartándose de tanta demagogia e irresponsabilidad.
Miopía de la dirigencia indígena que cree que los actos de violencia y vandalismo protagonizados por ellos y sus infiltrados el mes de octubre pasado no tienen el rechazo de amplias capas de la población que veían con simpatía su movimiento y sus reivindicaciones. Ceguera si creen que incumplir el compromiso que adquirieron ante el país para encontrar fórmulas que permitan focalizar los subsidios a los combustibles, presentando un plan económico que ni siquiera topa el tema, no les afecta, al faltar a su palabra.
Un equipo de fútbol gana un torneo internacional y enseguida otro busca aprovecharse, beneficiando así al rival foráneo, lo que corrobora que los miopes y ciegos y egoístas y envidiosos están en todo ámbito de la vida nacional.
Miopes los asambleístas que festejan el rechazo de la ley inevitable por los problemas irresponsablemente causados por ellos. Ciegos los que no ven que su acción dispara el riesgo país y la incertidumbre en el país que pretenden gobernar.
País de miopes rayando en la locura.