Ningún gurú político ni de lejos visualizó un escenario cercano a lo que vivimos desde el 24 de mayo del 2017. Muchos creían que el peleado ascenso de Lenín a la presidencia desembocaría en encubrimiento a la corrupción y reafirmación del correato. Se preveía un Moreno marioneta de Correa. Pero, no. Desde esa fecha cambió el escenario político. El llamado al dialogo y otras acciones de distención y de impulso a la justicia para que enfrente la corrupción, refrescaron un ambiente enrarecido, luego de diez años de miedo y violencia creada por un régimen que había gobernado con prepotencia, mentira y despilfarro. Poco a poco emergió la figura de un presidente con estilo propio e independiente de un mesías perturbado y sin piso político.
Desde el 24 de mayo, la apertura democrática del Presidente generó entusiasmo en diversos sectores políticos y sociales. El impulso a la consulta popular propuesta por organizaciones sociales, incrementó su credibilidad que llegó al 80%. Sin embargo, la ratificación en altos cargos a correístas radicales, la continuidad del formato económico del gobierno anterior, las complicadas declaraciones de un íntimo asesor presidencial y otras medidas, generaron una sensación de duda. Fueron meses percibidos como avance y retroceso, simultáneos: dos pasos adelante y uno atrás. De todas maneras la tendencia general, fue seguir confiando en el Presidente, y sobre todo poner el hombro para que la consulta del 4 de febrero obtenga un Sí contundente.
La tendencia democrática se incrementará en enero en la campaña para la consulta. Y se fortalecerá el 4 de febrero con el triunfo del Sí. Es cierto, múltiples y diversos sectores sociales y políticos, así como el gobierno harán campaña por el Sí. Por lo que su presumible triunfo, no podrá ser capitalizado por alguien en particular. Serán múltiples los ganadores, y por supuesto Lenín, consolidará su legitimidad.
El Sí ganador será el símbolo de un proceso, donde una enorme mayoría del país sentirá que ganó, como también el gobierno, al que se le abre una enorme oportunidad para con respaldo popular, sepultar al correísmo, e iniciar la larga y profunda reinstitucionalización democrática y el trazado de un gobierno de transición hacia reformas económicas y sociales más justas. Entonces el Sí ganador podría ser visto como el arranque de un gran acuerdo nacional, y como el impulso para la gestación de una plataforma amplia, diversa y progresista donde se asiente el Gobierno .
Pero el Sí, y el proceso democrático ulterior, debe ser reforzado con el nombramiento de un nuevo vicepresidente(a) que dé la talla histórica del momento y de lo que se viene. Por lo tanto, el presidente Moreno, pensará diez veces la terna que enviará a la Asamblea. Si todo sale bien, el 2018 pinta esperanzador.
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