No se olviden de la democracia
El Domingo de Pascua es un buen día para recordarlo. Entre los muchos valores que, a lo largo de la historia, hemos venido desarrollando está el valor democrático, que hoy tiene que ser fortalecido en medio del auge de los populismos. Su robustez y buena salud será el mejor
antídoto frente a semejante virus que hoy asola el mundo.
Tiendo a pensar que la democracia ha de temer más a sus falsos amigos que a sus verdaderos enemigos. Lo cierto es que todos invocan el santo nombre de la democracia, aunque sólo sea como pretexto. Lamentablemente “democracia” se ha convertido en una muletilla que usan sin rubor quienes durante años la han destruido y vilipendiado. Y es que la democracia no es sólo una palabra mágica, un slogan o un tiro al aire, una especie de estribillo que usamos cuando nos conviene. La democracia es una cultura, una forma de vida y de organización social; afecta a todo, a la institucionalidad, a las relaciones, a los derechos humanos, a la conservación de la naturaleza y, especialmente, a la libertad y a la dignidad del hombre y de los pueblos.
La democracia tiene que ser creadora de equilibrios. Difícil resulta vivir juntos, con un mismo proyecto de país, intercultural y en vías de desarrollo, tirando cada uno para su lado en función de intereses de clase, de clan o de troncha. Personalmente siento como un desequilibrio el dar más importancia a las elecciones que a la real participación de los ciudadanos en el cada día. Lo importante no es votar a Anás o a Caifás, sino promover la participación ciudadana, la división de poderes, las elecciones libres y transparentes, la primacía del derecho, la independencia de la justicia, la rendición de cuentas, la eliminación de la corrupción, la creación de trabajo y de oportunidades, la inversión productiva,… y tantas otras cosas que forman el tejido social de un país y conforman su calidad democrática.
Una democracia de calidad supone algo más que ganar elecciones. Supone respeto a la institucionalidad y ejercicio de la responsabilidad, control y fiscalización, rendición de cuentas y de gestión. Tomada en serio, puede que la democracia no sea tan atractiva para quienes hacen alarde de pillería o de ignorancia. Por eso se necesita una real cultura política que nos ayude a comprender que no basta con ofrecer, regalar o prometer, mucho menos desprestigiar al contrincante a base de acusaciones personales que nada aportan al debate, salvo el morbo de descubrir quién es el más feo y despreciable. ¿Cómo evitar que sea tan rentable semejante proceder? Sin duda que promoviendo valores más decisivos a favor de la justicia, de la libertad y de la dignidad humana.
Si, en cristiano, les deseo una Pascua feliz no es solo para reivindicar la vida del Señor Jesús, sino para que no nos olvidemos de construir un mundo mejor en el cual la democracia se vuelve imprescindible.