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Este 31 de agosto son treinta años de su muerte. ¿Quién era Proaño? Si estuviera vivo ahora, ¿qué habría dicho?
Nació en San Antonio de Ibarra el año 1910, de padres pobres y dignos. Sacerdote a los 26. Adoptó como método de trabajo pastoral: “Ver. Juzgar lo visto a la luz de la razón y la fe. Actuar sobre lo decidido, sin temor, con calma y paz”. Lo aplicó a la juventud obrera cristiana y al periodismo.
Obispo a los 44 con sede en Riobamba. Aplicó su método durante 31 años. Trató de ser pastor para todos, pero fracasó por el modo de entender sus obligaciones pastorales, que expondría en tres libros notables: “Concienciación, Evangelización y Política” (1974), “El Evangelio Subversivo” (1977), y “Creo en el Hombre y la Comunidad”. Los hacendados, la burguesía, el clero y la monja tradicional lo vieron como enemigo. Optó, entonces por los más pobres de los pobres: los indios.
“Por allá en un abra del monte, se asomó un indio. ¿Qué tenía, el infeliz, de humano? Apenas su apariencia, su posición vertical. Tan extraño nos es su pasado como el de un monolito caído de un planeta desaparecido. Pero su presente es nuestro problema, su porvenir nuestra incógnita”. (G. Zaldumbide)
Para Proaño no eran ni problema ni incógnita. Lo que logró es admirable. “Me han dicho que soy un obispo “Rojo”, comunista. Yo me confieso cristiano. Un sacerdote, un obispo que se ha esforzado por ser cristiano. Y, por lo tanto, no debo tener miedo a las calumnias, las amenazas ni la muerte. Si trabajar cristianamente por la paz, la justicia y los derechos humanos de los más pobres es ser “rojo”, ojalá que todos nos volviéramos siquiera colorados”.
¿Qué diría hoy monseñor Proaño de la década robada, del tejido social deshilachado, de la propaganda oficial, del caso Gabela, del gobierno, del aborto, de la pederastia?
Diría: “Lo que llamamos pueblo quizá es ahora en buena parte masa, multitud. Tenemos que contribuir nosotros para que el pueblo sea realmente pueblo, para que su conciencia sea cada vez más clara y más crítica, para que su solidaridad sea cada vez más fuerte, para que su compromiso sea cada vez más decidido…”
Y añadiría: “Se trata de buscar la verdad, para que brille, por encima de todo y de todos. Debemos decir la verdad. Debemos hacer la verdad. La verdad se dice con la palabra. La verdad se hace con la actitud. Nada de dobleces ni engaños, porque si aspiramos a ser libres debemos ser esclavos de la verdad…”
¿Utopías, populismos, blablablases? Cada uno de nosotros es responsable. Nuestra conciencia, nuestra reflexión, nuestra unión se llama esperanza. Dios no va a salvar al Ecuador, el gobierno del Estado no va a salvarlo. Lo salvaremos todos con reflexión, unión y acción. Somos la esperanza.