Por primera vez la semana pasada la capitalización de mercado de Apple, la empresa californiana de computadoras y otros equipos electrónicos, superó a la del gigante global del software, Microsoft.
El que los mercados le asignen hoy un mayor valor económico a Apple, lejos de constituir una simple anécdota estadística, tiene importantes implicaciones económicas y políticas.
El fenomenal éxito empresarial de Microsoft le permitió colocar sus productos en la mayoría de los computadores personales del mundo y, al mismo tiempo, le granjeó muchos enemigos entre la izquierda política global y los gobiernos de EE.UU. y Europa, quienes veían con suspicacia el “monopolio” que tenía la compañía y demandaban acciones regulatorias para evitar que aplaste a sus competidores más pequeños y deje sin alternativas a los consumidores.
Pero el hecho de que compañías como Apple o Google empiecen a desplazar a Microsoft en negocios en los que se la consideraba imbatible hasta hace poco -como el Internet y las computadoras de mano- prueba nuevamente que los mercados libres constituyen la mejor herramienta para evitar que una posición ‘monopólica’ pueda sostenerse indefinidamente.
Mientras los reguladores gubernamentales gastaron durante años millones de dólares de los contribuyentes en investigar y sancionar las supuestas prácticas ‘monopólicas’ de Microsoft -que le obligó desviar hacia su defensa legal recursos que habría podido usar para mejorar sus productos-, resulta que hoy su posición dominante se encuentra amenazada por nuevos emprendedores y en mercados que eran irrelevantes o ni siquiera existían cuando se implementaron las regulaciones.
Lo que sucede es que emprendedores y consumidores usualmente son más listos que los políticos y burócratas que dicen trabajar en su favor.
Microsoft mantuvo una posición “monopólica” gracias a su innovadora tecnología y a su conocimiento de los consumidores. A pesar de que algunos de sus detractores llegaron a llamar ‘anticristo’ al fundador de Microsoft, su éxito se debió a que logró la preferencia y lealtad de los consumidores, antes que a la aplicación de prácticas abusivas o algún arbitrio ‘diabólico’. Ahora que Apple va camino de alcanzar una posición similar, no faltará quien pretenda calificar a su presidente Steve Jobs como el nuevo ‘anticristo’ del capitalismo global.
En la realidad, los únicos monopolios que se mantienen en el largo plazo son aquellos que cuentan con privilegios legales o regulatorios. Un ejemplo claro de ello es la empresa estatal que por ley conserva, desde hace décadas, el monopolio de la industria hidrocarburífera en Ecuador. Una circunstancia así, no incentiva la competencia ni los procesos de innovación que harían más competitiva a la industria hidrocarburífera ecuatoriana, beneficiando a consumidores locales y extranjeros.