Con mucho entusiasmo partió la delegación del Gobierno que, en el transcurso de este mes, mantendrá reuniones con autoridades y empresarios de China, EE.UU., Inglaterra, Suiza, Noruega y Suecia, para atraer inversiones.
En el portafolio de proyectos que se ofertará en el extranjero se mantienen aquellas iniciativas que ya fueron promocionadas por el Régimen anterior. Es decir, ahí constan industrias básicas, agroindustria, hidroeléctricas, obras de infraestructura. Incluso, en octubre del año pasado, se realizó en Quito, una cumbre de inversiones (Ecuador 2016, Investment Summit); allí se mostró un catálogo con 181 proyectos y la meta era obtener unos USD 40 000 millones. En la nueva etapa que acaba de emprender el Régimen se esperan captar unos USD 33 000 millones.
Si bien es muy valioso que bajo este nuevo ambiente de diálogo con el mundo empresarial se busquen inversiones, también es indispensable que en esas reuniones se transmitan certezas sobre estabilidad jurídica.
Pero más allá de eso, las tendencias de los grandes inversionistas en el mundo están cambiando. Eso se muestra en el reciente estudio publicado por la Cepal, en el que advierte que los flujos de inversión extranjera directa (IED) hacia América Latina y el Caribe caerán este año en torno a un 5%.
Esta disminución en la inversión se debe a tres aspectos fundamentales. A la baja en los precios de las materias primas, lo cual ha impactado en las inversiones dirigidas al sector de recursos naturales. Al ralentizamiento de la economía. Y también por la “sofisticación tecnológica y expansión de la economía digital, que tiende hacia una concentración de las inversiones transnacionales en las economías desarrolladas”, señala la Cepal.
La percepción generalizada de que la cuarta revolución industrial se ha acelerado y que su difusión se ha masificado, también pesan a la hora de invertir. ¿Cómo debe responder Ecuador a esta nueva realidad o cuál debe ser la estrategia? Un tema que habría caído bien impulsar en las mesas de diálogo.