I. Tengo la impresión de que, se ha perdido viada, y en consecuencia, nuevamente la delincuencia en sus diversas aristas ha comenzado a reaparecer, quizás con más fuerza, más agresiva y audaz, quizás tratando de recuperar el tiempo perdido. Nuevamente, la crónica roja pretendería ser protagonista de los medios no sensacionalistas. En un local comercial del cual tengo relación, conozco que, en los últimos nueves días, fue afectado por delincuentes armados por dos ocasiones, quienes no dudaron en apuntar, en buena hora no a disparar, a quienes intentaron alertar.
El incomodo comercialmente pero necesario socialmente “toque de queda”, en lo que respecta a Quito, poco se cumpliría, los controles son mínimos; y se siente menos presencia militar, y una policía debilitada, sin respaldo y para colmo sin confianza de la ciudadanía.
II.- Esta es una guerra sin cuartel, en la que todos debemos apoyar, y en la cual no se puede bajar la guardia, ni adelantarse a dormir sobre los distantes laureles; razón por la cual, dejando de lado los egos o las recomendaciones de asesores aduladores, el presidente Noboa debería, pensar en no inventar el agua tibia, y por ende tomar algunas de las efectivas medidas aplicadas por El Salvador, que son experiencias potencialmente aplicables en nuestro país.
Quizá sea ésta, la última oportunidad de recuperar la paz; pero para aquello, sin perjuicio de la ejecución de otras medidas paralelas, es la contundencia en la acción estatal en contra de los delincuentes, uno de los caminos necesarios para espantarlos; ya que, salvo lo dado al inicio de este gobierno, lo anterior no ha funcionado, debiéndose pensar y ejecutar fuera de la caja, si queremos resultados diferentes y eficientes.
III. Como he mencionado, en esta suerte de legítima defensa social, se debe tener claro las intensiones de cada cual, la del ciudadano salir y llegar seguro; la del policía servir y proteger; y, la del antisocial, robar sin descartar asesinar. Consecuentemente, los DDHH de los ciudadanos y de la fuerza pública, debe tener prioridad o prelación vs la de los delincuentes, a los que se les debe proporcionar por supuesto el derecho a la defensa y acceso a la administración de justicia; pero sobre la base de jueces probos y valientes, e incluso considerar en casos extremos y de alto riesgo (narcos, mafias, bandas) jueces sin rostro y audiencias telemáticas, entre otras estrategias.
En El Salvador, el tema ha llegado al extremo, quizás necesario, que se considera legalmente delito formar parte de una banda, consecuentemente, los delincuentes tatuados hasta la coronilla, al salir en libertad, lo que les queda es emigrar o refundirse, ya que si salen a la calle pudieran ser detenidos al presumirse que forman parte de una banda. En las últimas elecciones de ese país, estas medidas fueron avaladas democráticamente por decirlo de alguna manera; ya que dicho pueblo ha logrado entender y valorar, algo que acá recién empieza, y es que, no puede haber turismo, comercio, prosperidad, sino no existe antes seguridad y tranquilidad; y cuando las cosas han llegado lejos, es la necesaria mano dura (no dictadura), la que debe con firmeza y determinación poner las cosas en su lugar.