¿Cuánto le ha costado al Estado ecuatoriano los últimos desplazamientos presidenciales a Estados Unidos y Europa? ¿Quiénes y cuántas personas conformaron las delegaciones que acompañaron al Jefe de Estado? ¿Cuánto se pagó a agencias publicitarias y ‘lobistas’ extranjeros para promocionar esas visitas? ¿Cuál es el saldo de tan sonados viajes para el país y sus habitantes, para los compatriotas que viven y aportan en las sociedades que Correa visitó? Son preguntas que merecerían respuesta y que en un Estado democrático, si es que el ecuatoriano lo fuera, estarían bajo escrutinio y serían materia de un intenso debate público. Pero no. Esa no es nuestra situación. La gira presidencial pareciera haber tenido un único objetivo: engrandecer la imagen personal del Rafael Correa como si aquello fuera interés primordial del Estado ecuatoriano.
¿Pero es esa una política exterior? ¿Promover el prestigio académico en el exterior de un Mandatario constituye la columna vertebral de la inserción de un país en el mundo? Evidentemente no. Por supuesto, la respetabilidad internacional de un país requiere que sus autoridades sean consideradas favorablemente en el exterior; por supuesto que es positivo, no solo para él, sino para todo el país que su Presidente reciba reconocimientos académicos o diserte en una universidad extrajera, pero eso no sustituye el desafío de proyectar internacionalmente temas de orden económico, comercial, político, indispensables para el Ecuador. Por ello es inaudito que en este mes de giras los encuentros oficiales del Presidente con las autoridades de los países que visitó hayan sido inexistentes (en Estados Unidos) o escuetas y cortas (en el caso de España), como si el Mandatario ignoró u olvidó su papel internacional de conductor de nuestra política exterior y se concentró en su propio ego; como si su estatura intelectual y fama internacional fueran un asunto de Estado.
De ahí que sea de relievar la buena noticia que luego de días de gira, conferencias, conciertos, cenas, indulgencias, canonizaciones, devaneos y autocomplacencias, Correa haya conversado con el presidente del Gobierno español sobre la eliminación del visado a los ecuatorianos y el acuerdo con la Unión Europea. Como que el Mandatario despertó a su verdadera función y abordó temas tangibles en beneficio de sus mandantes. Por fin se acordó de quienes lo eligieron para estar en el puesto desde el que proyecta su fama y celebridad. ¿No hubiera sido lo normal, lo coherente, que estos temas ocupen el centro de la estrategia del lobby, la publicidad, y movilización estatal, por la importancia que tienen para las vidas de millones de ecuatorianos, y no quedaran como un aditamento de última hora que no sabemos si tendrán o no viabilidad? Este es nuestro país en su versión más tropical y autoritaria: los gobernantes para servirse del pueblo y no para servir a quienes los eligieron. Temas esenciales de nuestra política exterior puestos de relleno detrás de una tramoya de autocomplacencia y engrandecimiento personal.