Hace pocos días se presentó en Quito ‘El Perpetuo Exiliado’, la nueva novela del escritor ecuatoriano Raúl Vallejo, publicada bajo el prestigioso sello Literatura Random House. La obra recibió en el 2015 el Premio Internacional Héctor Rojas Herazo, entre otras razones por: “la fuerza de su argumento y su extraordinaria investigación, toda vez que ella en sí es un tratado de literatura y geopolítica”.
‘El Perpetuo Exiliado’ bien puede ser encasillada dentro del ámbito de la novela histórica, pero también encaja perfectamente en el género de la historia novelada, pues en ella se abordan, además de la vida pública del ex presidente José María Velasco Ibarra en el entorno político del Ecuador del siglo XX, los detalles más íntimos de sus últimos años de exilio en Buenos Aires, acompañado de su esposa la poetisa argentina Corina Parral Durán.
La novela de Vallejo conjuga con amenidad y rigor histórico los avatares políticos de Velasco Ibarra, los golpes de Estado que lo llevaron varias veces al exilio, los triunfos y las derrotas electorales, los claroscuros del ejercicio pleno del poder y el vacío atroz que lo acompañó de manera irremediable, como un manto de niebla paramera, en cada uno de sus destierros. Pero además del personaje político, que fue sin duda una de las figuras predominantes de la historia del Ecuador durante buena parte del siglo anterior, está también el hombre que, puertas para adentro, sucumbía ante el amor y la ternura de Corina, su compañera, su cómplice, su amiga, su amante, su musa…
Los pasajes más sublimes de la novela quizás se encuentran en esa relación que el autor recrea con delicada imaginación a partir de las cartas que se enviaban cuando estaban lejos o de los testimonios que recogió en su ardua pero fascinante labor investigativa. Y el lector, inevitablemente, se ve atrapado por la tentación de convertirse en un testigo espectral de esa vida marcada por la sencillez, el cariño y la conversación inteligente de la pareja en torno a los acontecimientos del día, a las comidas frugales, al repaso infaltable de las noticias de prensa, y, cómo no, también a las lecturas cotidianas de ambos entre las que no faltaba casi nunca la de un pasaje bíblico que era escogido por Corina.
Las últimas horas que pasaron juntos José María y Corina aquella mañana y tarde del 8 de febrero de 1979, constituyen el vínculo narrativo que enlaza a lo largo de la novela el pasado y el presente de los personajes, así como el contexto histórico particular del Ecuador en medio del ambiente político general de América Latina.
De este modo empieza la obra de Raúl Vallejo, narrando los dramáticos momentos del accidente de Corina, y enganchando al lector con las primeras líneas: “Mientras resbalaba desde el estribo del ómnibus hacia la calle, sin poder sujetarse de ninguna parte, Corina alcanzó a imaginar, con sus ojos congelados por el espanto, lo que sería José María sin ella: un triste de viudez moribunda.”