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La noche del poeta

Una exposición antológica de Amaru Cholango en el Museo de la Ciudad tras más de 25 años de residencia en Alemania, su país de acogida. Su intermitente presencia en el Ecuador, en un par de bienales de Cuenca, una exposición en la Casa de la Cultura de Quito, y otros, ha permitido que sus coterráneos mantengamos contacto con su obra, con él. Creo que esta exposición curada por Jaume Reus ejemplifica magníficamente la obra del artista -poética y delicada, poderosa y fuerte- que reúne un sinnúmero de visualidades y sensibilidades híbridas que se configuran en el enfrentar la vida de un indígena ecuatoriano y su cosmovisión, con aquella urbana, consumista, que le ha dado las herramientas y las vivencias para la creación de un arte contemporáneo neoconceptual en donde hace uso de un abanico de formas de representación: las instalaciones, los performances, el dibujo.

Las obras más abstractas, que apelan de manera sutil a las múltiples “enfermedades culturales” que aquejan nuestras modernas sociedades, son infinitamente superiores que aquellas que un crítico amigo llama sus “lamentos bolivianos”, en donde el artista demagógicamente se queja del aislamiento y exclusión del indígena.

En la iglesia se despliega una de sus más potentes instalaciones ‘Yo soy un árbol y tu también’, maderos quemados que representan a los seres humanos postrados ante la muerte, en pie, una cruz llana. Desde el altar nos miran, en vez de los impávidos rostros de santos lejanos, imágenes de mujeres indígenas de distintas edades que permanecen sentadas, apenas en movimiento. Quizás la iluminación resulte muy fuerte para un espacio que nos sumerge en profundas cavilaciones espirituales. ‘En alas del viento’, siento que me elevo, llevada por decenas de blancas aves que en espiral se mueven hasta desaparecer en sus propias sombras; recobro la sensación de estar en el siguiente espacio ‘Wayra’, un espacio de viento fuerte que te agita y enfría, como los helados vientos del páramo.

Me paseo por sus tintas, esbozos, juegos, apuntes, quizás de los momentos más gratos, puesto que advierten la intimidad del pintor, sueños eróticos, construcciones espaciales abstractas, horizontes lejanos, líneas que se despliegan con carácter propio, que parecen independizarse, como las letras de un texto escrito. Nuevamente, en este ritmo impuesto por el curador, entro en ‘Miran tus ojos la realidad’ y me despierta el movimiento de unos seres suspendidos extrañamente cual muñecos sin vida que han dejado pedazos de cuerpos putrefactos, cuyas sombras me inquietan de manera súbita…Y me pregunto si de veras seremos capaces de trascender las pequeñeces de una vida armada alrededor de la acumulación material, pobre y triste.