Dato uno. La proliferación de candidatos para Alcalde de Quito dispersan las opiniones. Resta legitimidad y representatividad (Yunda llegó con 21.3% entre 17 corredores). Cada candidato propone un frente siempre que él sea el líder. Una farsa… Allá vamos otra vez. Con una docena de mártires. La mayoría con perfiles pobres, pasados opacos, sin bases ni estructura, sin chance de triunfo. Pero con egos inflados y plata para invertir.
Dato dos. El desprestigio de la Alcaldía de Quito y su cabeza es enorme. La salida de Yunda no transformó mayor cosa. Nadie cree que la Alcaldía es uno de los actores que sacará al país adelante. La aprobación del Alcalde, según IPSOS, alcanza al 10%. La publicidad no hace milagros.
Dato tres. Quito se encuentra en el despeñadero. Vive uno de sus peores momentos. Crisis en transporte, pobreza y subempleo, seguridad, contaminación y basura, servicios deficientes, corruptelas e ineficiencia. Resulta extraño que tantos ungidos disputen un cadáver… sentido de servicio, dicen.
Los procesos de nominación no son democráticos. Autoproclamaciones primero. Luego compra, arriendo o cobijo de algún partido que necesita sobrevivir. Auspicios y acopio de recursos. Coqueteo con caciques barriales y parroquiales. Encuestas a la carta. Acomodamientos camaleónicos. Tarimas y publicidad a borbotones. Y la ciudadanía… a votar basura otra vez.
Repetir la historia resulta impresentable. Quedarse en la queja o la culpa también. Y peor, desperdiciar el voto y cargarse 4 años más de rabia. Quito merece más, el Quito del sur y el del norte, el de las clases medias y los valles.
La información del CNE es insuficiente. Se precisa una ofensiva distinta desde la sociedad civil. Para frenar la manipulación y la insensatez. Para saber quién es el candidato y su pasado; cómo pinta en glosas, impuestos, patrimonio; qué programa audaz y viable ofrece; quiénes conforman su equipo… Basta de votar basura. Hora de “votar bien”, informados y responsablemente. No hay segunda vuelta.