Funcionarios del Gobierno tienen razón al decir que el Ecuador es víctima del neocolonialismo, solo que las carabelas no vienen desde el otro lado del Atlántico, como ellos afirman, sino desde el otro lado del Pacífico. La China es el nuevo conquistador del mundo y, como tal, del Ecuador también.
Con más de USD 7 200 millones de financiamiento otorgado en menos de tres años, la China se ha convertido en el principal prestamista del Estado ecuatoriano. Más allá del monto y de las duras condiciones contractuales, la falta de transparencia de estos créditos resulta contradictoria para un gobierno que se promocionó como el de manos limpias, pero común para la China, que impone la opacidad y el secretismo oficiales en sus emprendimientos en el extranjero.
Como demostró la España de hace siglos, cualquier conquista que se precie debe concentrarse en extraer la principal riqueza del país. En el presente, no solo que el Estado ecuatoriano debe entregar a la China más del 50% de su crudo exportable hasta 2013 para pagar sus compromisos de deuda, sino que las empresas chinas mantienen las principales inversiones en el sector petrolero nacional.
La desconsideración de los conquistadores de antaño con la mano de obra y el ambiente locales tampoco parece haberse extinguido en la versión moderna. Las denuncias presentadas contra la empresa china Sinohydro por las condiciones de insalubridad en la construcción de Coca Codo Sinclair debieran ser motivo de alegría frente a lo que ocurre en otras empresas chinas que operan alrededor del planeta.
En su libro ‘La silenciosa conquista china’ y en su blog en El País de España, los periodistas españoles Heriberto Araujo y Juan Pablo Cardenal presentan múltiples ejemplos de las secuelas que va dejando el expansionismo chino. Relatan desde los desmanes laborales y ambientales provocados por una minera china en San Juan de Marcona en el Perú, pasando por las nefastas consecuencias sociales de la agresiva y descuidada explotación de recursos naturales en Birmania, Mozambique y en siquiera diez países más, hasta los disparos de patronos chinos a obreros locales en una mina en Zambia.
Si el Gobierno ecuatoriano se preocupara por los derechos de los trabajadores y el medio ambiente, no se metería en este tipo de jardines. Sin embargo, acaba de celebrar el primer contrato para la explotación minera a gran escala en el país con una empresa china.
Pese a su récord de escasa transparencia, de atropello a los derechos de los trabajadores y de mínima consideración con el medio ambiente, la influencia de la China en la economía ecuatoriana aumenta a un ritmo vertiginoso, con financiamiento e inversiones directas en los sectores petrolero, eléctrico y minero. El guapo Gobierno ecuatoriano está bailando, dichoso, con la más fea.