La segunda y definitiva muerte es el olvido así que, por ahora, el escritor Álvaro Mutis no ha muerto. Queda la saga de Mqroll, el Gaviero, para salir del tedio. Para soñar despiertos en los viajes por rumbos inciertos, en la bravura del mar y en los ajetreados puertos, en los amores y desamores, en los presagios de la muerte y en el sinsentido. Queda el viejo y gordo libro de sus Siete Novelas para agotar junto a él las horas de espera. Para dejar, al menos por un momento, la rutina, las broncas, las insensateces.
Menos mal, nos queda Mqroll en la memoria y también en el presente. Para olvidar por un momento el desangre selvático, para hacer una pausa y ordenar las ideas. Para dejar de ver los chismes del Facebook, las broncas tuiteras, las propagandas del 30S, los incendios en los bosques de Quito o la maldad sin nombre de los vecinos del pintor Svistoonoff que mataron con glifosato su magnífico jardín.
Menos mal, nos queda la literatura como un guiño a la libertad, un elogio a la palabra, un aliciente para las causas perdidas de las que hablaba el navegante de la literatura.
La muerte de Mutis nos obliga a releerlo. Y a tomar de la mano a Mqroll para ir contracorriente por los ríos, sorteando los bancos de arena que aparecen y desaparecen de acuerdo a los caprichos de las aguas, como nos habla en El Gaviero en su diario de navegación.
Qué bien ahora, entre los dedos, las hojas del libro nuevamente, para viajar con él por los mares, otear el horizonte para buscar a Ilona, bajo la lluvia o soñar en navíos con Abdul Bashur, encontrarse con cielos turbulentos, anuncios de lluvia y calor, y con cada uno de los personajes que habitan en sus puertos.
Mutis decía que alguna vez pensó en matar a Mqroll, en terminar con él, pero volvía a aparecer, intrépido, buscando una nueva aventura en algún bergantín.
El creador moriría hace unos días, pero su creación permanecerá aún viva, en la historia de la literatura.
Las reflexiones sobre el heroísmo, el amor, la muerte y la vida, del Premio Cervantes colombiano, quedan como legado, más allá de su muerte. Vamos con Mqroll a navegar por aguas imposibles, a sortear las olas, a capitanear los barcos en busca de aventuras en distintos puertos, del Océano Índico a las minas de oro, de Kabul a La Plata.
Mqroll decía que son los desafíos los que le permiten seguir viviendo. Le tomamos la palabra. Son los desafíos los que le permiten a uno seguir viviendo. Incluso, después de muerto. Como Mutis, que no ha de morir hoy mientras su Gaviero siga, tan campante, pese a su ajetreada existencia, pese a su moral, según él, materia maleable ajustada siempre a sus circunstancias, navegando junto a sus lectores, con una buena dosis de interrogación metafísica y otra, de honda carga poética.